sábado, 9 de septiembre de 2017


Primera Lectura

Meditación

La maldad no es un hecho externo al corazón del hombre, sino que se produce por las malas intenciones que salen del interior. Esta maldad no se puede extinguir por la fuerza de los preceptos y las disposiciones de una religión sino por los actos obedientes de una persona: Cristo, quien verdaderamente nos salva y libera gracias al misterio de su muerte y resurrección. Es una revolución desde adentro, desde la perspectiva de la fe, desde la esperanza, desde todo eso que nos sucede y que no podemos explicar.

EL EVANGELIO DEL DÍA

Reflexión

El texto de hoy nos presenta de nuevo la actitud legalista de los fariseos, que no ven más allá de la letra de la ley. Están más preocupados del cumplimento de la ley del sábado, que de darle de comer al hambriento; han visto que los discípulos arrancaban espigas, pero no se han dado cuenta de que lo hacían porque tenían hambre, ya que nadie les había dado un bocado de pan ese día.

Es triste ver que, muchas veces, esta escena se repite en nuestras vidas, cuando estamos más ocupados de no faltar a la Iglesia del Domingo y descuidamos la caridad, muchas veces, la más elemental, es decir, la que debemos practicar en nuestras propias casas. Nos preocupa si la gente llega o no tarde; si platica o no en la iglesia; y pocas veces, volteamos a ver las necesidades de esa gente.

El evangelio de Jesús es claro, que al centro de toda nuestra vida está la caridad, lo cual no significa no cumplir la ley, sino darle a ésta el justo puesto que Dios le ha dado. No descuidemos el velar por los que menos tienen, por los que pasan necesidad, por los que, en definitiva, nos necesitan; por aquellos que, para comer, van cortando espigas por el camino. Ofrécete tú para que no tengan que cortar de esas espigas, hazte solidario con todo aquel que pasa necesidad y habrás cumplido toda la ley.


Shalom!

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