Primera
Lectura
Meditación
Uno
de los factores que atrasan completamente nuestra vida espiritual y que nos
impiden llegar a disfrutar la vida del Reino, la auténtica vida en el Espíritu,
es una falta de decisión, que yo le llamo radicalidad. Nos gusta demasiado el
pecado y no queremos tomar la decisión terminante de dejar atrás nuestros
viejos hábitos, lugares, palabras, compañías.
Cuán
cierta es la expresión de Jesús en el Evangelio: “El que quiera seguirme, que
renuncie a sí mismo y tome su cruz”. Ser cristiano no es cosa fácil, es para
gente decidida, para la gente que quiere tomar el reto de ser del Señor y para
esto, como nos lo dice hoy san Pablo, hay que darle muerte al hombre viejo. Esto
no es otra cosa que dejar atrás todo aquello que pueda ser ocasión de pecado.
Jesús con claridad nos lo dice en el Evangelio cuando afirma: “Si tu ojo, tu
mano o tu pie te es ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos de ti”.
Con
esto nos habla de radicalidad, de radicalidad que puede ser tremendamente
dolorosa, sin embargo, si no arrancamos y erradicamos todo aquello que nos
lleva al pecado, si no tomamos la decisión de ser totalmente de Jesús y nos
lanzamos al vacío para depositarnos en sus brazos, será muy difícil que nuestra
vida alcance la plenitud. Nuestra oración es el bastión de apoyo, pero necesita
de tu decisión. Decídete hoy, Jesús tiene una vida maravillosa para ti.
Oración
Señor
Dios, concédenos ser dóciles al llamado de Cristo para que, abandonando todo lo
que nos aleja de ti, podamos ser merecedores de la gracia de tu reino eterno
Acción
Elegiré
un área de mi vida en la que quiero trabajar para ser más fiel al llamado de
Jesús.
EL
EVANGELIO DEL DIA
Reflexión
San Lucas resume en este apartado de su
evangelio el sermón de las bienaventuranzas. Es importante darnos cuenta que
los criterios de Jesús son diametralmente opuestos a los que ordinariamente
tiene el mundo.
Sólo por poner un ejemplo: el hombre de hoy
quiere estar siempre satisfecho, pasársela bien, y piensa que en ésto está su
felicidad. La experiencia nos dice que esta "saciedad" nunca se da,
incluso que, en la medida que más "tiene", que mejor se la pasa, cada
vez se siente más vacío. Conocí a un hombre tan miserable, pero tan miserable,
que lo único que tenía era dinero.
Sólo cuando el hombre tiene hambre de lo
infinito es cuando puede ser verdaderamente saciado. Revisemos hoy nuestros
valores. ¿En cuál de las categorías que nos propone Jesús estamos?
Shalom!
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