martes, 26 de septiembre de 2017

EL EVANGELIO DEL DÍA

Primera Lectura

Meditación

La reconstrucción del Templo de Jerusalén fue una obra magnífica, no sólo por la grandeza de la obra arquitectónica, sino, sobre todo, por lo que el Templo representaba para los Israelitas: Reconstruir la fe en el Dios todopoderoso era volver a la unidad y a la tierra otorgada por Dios para que en ella se le diera culto y desde donde pudiera él reinar. La fiesta, como nos lo narra el libro de Esdras, fue magnífica, pues de nuevo el templo había sido restaurado y con ello el culto a Dios.

San Pablo nos dice que nosotros somos el templo de Dios. ¿No valdría la pena el que diéramos una miradita a ver cómo está este templo interior? La vida moderna con facilidad lo va destruyendo y se va contaminando, como pasó en tiempos del destierro. Si observamos bien podremos notar que nuestro templo interior va sufriendo la destrucción de un mundo pagano que muchas veces nos destierra de él llevándonos a no orar, a no tener vida interior, a no darle culto a Dios en nuestro corazón.

Por ello, como en tiempos de san Francisco, en los cuales el Señor le pedía que restaurara su templo, hoy en día Jesús nos pide lo mismo, y no se refiere ya a los templos materiales, sino al templo de nuestro corazón. Empecemos, pues, sacando todo lo que no pertenece al templo y continuemos adornándolo con todas la virtudes, especialmente con el amor a Dios y a nuestros hermanos.

Oración

Señor, desde hace un tiempo te entregué mi corazón para que lo hicieras tu morada, para que vinieras y vivieras dentro de mí; hoy te pido que sigas edificando esa morada, el templo de mi corazón; hazlo fuerte, imponente y hermoso, pero a la vez, hazlo dócil y sensible, lleno de amor para contigo y con mis semejantes.

Acción

Hoy meditaré el salmo 51, 10-15

EL EVANGELIO DEL DIA

Reflexión

Para Lucas, María es el modelo perfecto del discípulo. Jesús aprovecha la llegada de su madre para enseñar lo que para él es verdaderamente importante. Ciertamente María es grande a los ojos de Dios por ser la Madre de Jesús, su Hijo único, pero es aún más grande porque "escucha la palabra de Dios y la pone en práctica".

Es decir, para Dios lo importante no son ni siquiera las relaciones de sangre sino hacer la voluntad de Dios, pues en ello está la felicidad y la salvación. Y nosotros, ¿realmente buscamos, como María, cumplir la voluntad de Dios?


Shalom!

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