lunes, 4 de septiembre de 2017

EL EVANGELIO DEL DIA



Meditación

Una de las experiencias que más nos llena de temor es la de la muerte, sobre todo porque nuestra vista lo único que alcanza a ver es el cuerpo sin vida, inerte de nuestros difuntos. Sin embargo, esta no es la realidad que Dios está viendo, pues para él todos estamos vivos. La primera comunidad se sentía defraudada en cuanto a lo que ya se había predicado, pues pensaban que los únicos que participarían del Reino "que serían llevados al cielo", eran los que estuvieran vivos cuando llegara el Señor.

Por eso san Pablo les explica que eso no será así, sino que todos los que hayamos muerto en Cristo, también tendremos la vida incorruptible. Esta es la gran esperanza cristiana, el saber que nuestra vida en el mundo es sólo un tránsito hacia la vida definitiva que tendremos y que gozaremos en el cielo.

Por ello, aunque nuestra vista ve el cuerpo de nuestros hermanos sin vida, esto sólo es para nosotros, pues en el misterio de Dios, en su tiempo, para él todos viven y la muerte, como la conocemos nosotros, es sólo la puerta que se abre para darnos paso a la eternidad en Cristo. Por ello, vale la pena vivir unidos al Señor, para que en el momento de nuestra muerte se abra también para nosotros la puerta que nos lleve directamente a los brazos de nuestro amado Padre. ¡Ánimo! Caminemos con alegría hacia el Cielo.

Oración

Señor, te pido que me concedas vivir en ti mientras paso por este mundo, pero mi mayor anhelo es vivir eternamente en tu presencia, disfrutar de tu abrazo y amor sin final; enséñame a vivir en tu Reino desde este tiempo para que, cuando llegue el día de mi último aliento, sólo sea un cambio hacia la plenitud y la eternidad.

Acción

Hoy pediré por mis seres queridos que ya murieron, especialmente por aquellos que al morir no estaban en amistad con Dios; pediré a Él su misericordia para con ellos.

EL EVANGELIO DEL DÍA

Reflexión

Indudablemente, el lugar más difícil para dar testimonio es nuestra propia casa, nuestro propio ambiente; sin embargo, no por ello debemos dejar de hacer nuestro mejor esfuerzo para que Jesús sea conocido, ya que el día de nuestro bautismo se cumplieron para nosotros las mismas palabras del profeta, pues hemos sido llenos del Espíritu Santo.

Cada cristiano es enviado a proclamar la libertad a los cautivos, a los que viven presos del pecado y del egoísmo; a dar la vista a los ciegos, a los que no se dan cuenta de lo hermoso que es vivir en gracia en este mundo maravilloso que Dios creó para nosotros; a liberar a los oprimidos por la angustia y la desesperación que causa el materialismo y a proclamar el año de gracia del Señor, es decir, un tiempo propicio para regresar a Dios.

Que el Señor nos conceda la gracia y el valor de ser profetas en nuestros propios ambientes.


Shalom!

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