miércoles, 4 de abril de 2018

Evangelio del Día




“¿No arde tu corazón?”

PRIMERA LECTURA

Te voy a dar lo que tengo: en el nombre de Jesús, camina.

De los Hechos de los Apóstoles 3, 1-10
En aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la oración vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta llamada la “Hermosa”, para que pidiera limosna a los que entraban en el templo.
Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar, les pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo: “Míranos”. El hombre se quedó mirándolos a la espera de que le dieran algo. Entonces Pedro le dijo: “No tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo que tengo: en el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y camina”. Y, tomándolo de la mano, lo incorporó.
Al instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De un salto se puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando, saltando y alabando a Dios.
Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta “Hermosa” del templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su asombro por lo que había sucedido.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 104
R/. “Cantemos al Señor con alegría. Aleluya”.
• Aclamen al Señor y denle gracias, / relaten sus prodigios a los pueblos. / Entonen en su honor himnos y cantos, / celebren sus portentos. R/.
 
• Del nombre del Señor enorgullézcanse / y siéntase feliz el que lo busca. / Recurran al Señor y a su poder / y a su presencia acudan. R/.
 
• Descendientes de Abrahán, su servidor, / estirpe de Jacob, su predilecto, / escuchen: el Señor es nuestro Dios / y gobiernan la tierra sus decretos. R/.
 Ni aunque transcurran mil generaciones, / se olvidará el Señor de sus promesas, / de la alianza pactada con Abrahán, / del juramento a Isaac, que un día le hiciera. R/.

EVANGELIO DEL DIA

Lo reconocieron al partir el pan.

Del Evangelio según san Lucas 24, 13-35
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”.
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido en estos días en Jerusalén?”. Él les preguntó: “¿Qué cosa?”. Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel y, sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”.
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.

Reflexión
Recordar más a Jesús
¿Cómo podemos reconocer a Jesús en nuestro mundo (creer)? Es decir, ¿hay un camino, un itinerario, una fórmula para reconocerlo en la comunidad, en la familia, en la propia vida? Los que se encuentran en el templo y contemplan con asombro lo hecho por los apóstoles parece que lo logran, pero al final tienen miedo de hacerlo. Los discípulos que “caminan” de Jerusalén, ciudad de “su mala fortuna”, hasta Emaús, supuesto lugar donde todo debe volver a empezar, lo reconocen, sí, pero como un “fracaso”. Sólo hay miedo y desesperanza. Porque para ellos –como para muchos de nosotros, hoy– Jesús “está muerto”, pues no han experimentado a plenitud el “gozo de la resurrección”. Muerto Jesús, el grupo se desintegra. Sin Él no tiene sentido seguir reunidos. Los sueños se desvanecen. Al morir Jesús, muere también la esperanza de lo nuevo. ¿No está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿No estamos dejando morir la fe en Jesús? Pero el Resucitado no se rinde nunca. Pues mientras haya alguien que hable de Él, que proclame se mensaje, que se interese por su proyecto… Él está dispuesto a acercarse, caminar a su lado, escucharlo y reavivar el fuego de la fe. Como dice el P. Pagola: “Los cristianos hemos de recordar más a Jesús, citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Él está presente en nuestra vida, camina junto a nosotros”.
¿Qué tanto arde mi corazón cuando escucho la Palabra de Dios? ¿Reconozco a Jesús en la fracción del pan?

Oración: Señor Jesús, que sales siempre a mi encuentro en el camino de la vida, enardece mi corazón con tu Palabra y quédate conmigo en la Eucaristía. Amén.
Shalom!


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