Oración de la Mañana
Señor, en el silencio de este día que nace,
vengo a pedirte paz,
sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo
con ojos llenos de amor;
ser paciente, comprensivo,
humilde, suave y bueno.
Ver detrás de las apariencias a tus hijos,
como los ves Tú mismo,
para, así, poder apreciar
la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración,
guarda mi lengua de toda maledicencia,
que solo los pensamientos que bendigan
permanezcan en mí.
Quiero ser tan bien intencionado y justo
que todos los que se acerquen a mí,
sientan tu presencia.
Revísteme de tu bondad, Señor,
y haz que durante este día,
yo te refleje.
Amén.
Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
PRIMERA LECTURA
Ustedes dieron muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
De los Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17-19
En aquellos días, Pedro tomó la palabra
y dijo: “El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a
quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en
libertad. Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino;
han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos
y de ello nosotros somos testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes
han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes; pero Dios cumplió
así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que
padecer. Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse para que se les perdonen
sus pecados”.
Palabra
de Dios.
Del salmo 4
R/.” En
ti, Señor, confío. Aleluya.”
• Tú que conoces lo justo de mi causa, /
Señor, responde a mi clamor. / Tú que me has sacado con bien de mis angustias,
/ apiádate y escucha mi oración. R/.
• Admirable en bondad / ha sido el Señor para conmigo, / y siempre que lo invoco me escucha; / por eso en Él confío. R/.
• En paz, Señor, me acuesto / y duermo en paz, / pues sólo tú, Señor, / eres mi tranquilidad. R/.
El es victima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero.
Lectura de la primera carta del apóstol San Juan 2, 1-5ª
Hijos míos, les
escribo esto para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue
ante el padre: a Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación por
nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo
entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y
la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de
Dios ha llegado en el a su plenitud.
Palabra de Dios
Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer día.
Del Evangelio según san Lucas 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de
Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo
que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir
el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos,
desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero Él les dijo: “No
teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior?
Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un
fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las
manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y
seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?”. Le ofrecieron un
trozo de pescado asado; Él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: “Lo que ha sucedido es
aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que
cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas
y en los salmos”.
Entonces les abrió el entendimiento para
que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía
que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en
su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén,
la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son
testigos de esto”.
Palabra
del Señor.
Ustedes son mis testigos
La
misión de Jesús no termina en la cruz. Resucitado por Dios, enseguida se reúne
con “sus discípulos” para poner en marcha un movimiento de “hombres y mujeres”
capaces de proclamar a todos los pueblos su Buena Noticia: “De ello nosotros
somos testigos”. Sin embargo, no es fácil convertir en testigos a aquellos
hombres hundidos en el desconcierto y el miedo. Llenos de terror, turbación e
incredulidad, todo aquello les parecía demasiado hermoso para ser verdad.
Precisamente por eso Jesús se presenta en medio de ellos para regenerar su fe,
disipar sus dudas y desearles la paz, pues lo más importante es que no se
sientan solos, sino que lo experimenten lleno de vida.
Cuando olvidamos la presencia viva de
Jesús en medio de nosotros, cuando la tristeza nos impide sentir su paz, cuando
nos contagiamos unos a otros de pesimismo e incredulidad… pecamos contra el
Resucitado. Para despertar nuestra fe, Jesús no nos pide que miremos su rostro,
sino sus manos y sus pies. Que veamos sus heridas, la marca del “amor total”
entregado hasta la muerte. A pesar de verlos llenos de miedo y de dudas, Jesús
confía en sus discípulos. Él mismo les enviará el Espíritu que los sostendrá.
Por eso les encomienda que prolonguen su presencia en el mundo: “Ustedes son
testigos de esto”. No han de enseñar doctrinas, sino contagiar su experiencia.
No han de predicar grandes teorías sobre Cristo sino irradiar su Espíritu. Han
de hacerlo creíble con la vida, no sólo con palabras. Éste es el problema hoy:
la falta de testigos.
En un mundo agnóstico como el de hoy,
¿qué significará “guardar los mandatos” del Señor?
Oración: Cristo resucitado, enciende mi fe de tal manera que la paz y la caridad sean el distintivo de mi vida. Amén.
Shalom!
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