domingo, 13 de agosto de 2017


PRIMERA LECTURA


Quédate en el monte, porque el Señor va a pasar.

Del Primer libro de los Reyes 19, 9a.11-13a

Al llegar al monte de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y permaneció allí. El Señor le dijo: “Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar”.
Así lo hizo Elías, y al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.

Palabra de Dios.

Meditación

El profeta Elías, perseguido como todos los profetas, atraído por la fuerza de Dios atraviesa el desierto, y allí experimenta el miedo, el hastío, el hambre, la desesperación, pero también allí es fortalecido y alimentado por el Señor. Él, que se ha alejado del tumulto, del ruido, está en la capacidad de encontrar al Señor, no en lo extraordinario, sino en la sencillez de la suave brisa. Esto nos invita al silencio interior para permitir que allí sea donde nos encontremos con Aquel que nos fortalece.


EL EVANGELIO DE HOY

Mándame ir a ti caminando sobre el agua.

Mateo 14, 22-33

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba Él solo allí.
Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!”. Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo en seguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”.
Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contestó: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!”. Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.

Reflexión

“¡ÁNIMO! SOY YO, NO TEMAN”

De la aparente seguridad de la tierra firme (comodidad), donde el Señor ha colmado sus expectativas, ahora los discípulos se ven enfrentados a la tormenta de sus miedos y debilidades (responsabilidad) en la oscuridad de la noche (falta de fe). La “ausencia” de Dios en nuestra vida nos lleva a ver “fantasmas” donde no lo hay, y a vivir con el mido y la desesperanza a flor de piel. Nos aferramos a la religión (tradicional) como un bote salvavidas que navega en la impetuosa tormenta de las dificultades, y en lugar de convertirnos, le pedimos al Señor pruebas para creer. Y Dios, que siempre es fiel, nos dice que no tengamos “miedo” y nos invita a ir hacia Él, pero la falta de fe nos hace dudar y nos hundimos en la incredulidad.

¿Confiamos en Aquel que tiene el poder para transformar nuestros miedos en fortaleza?

Oración: Fortalece nuestra fe, Señor, que se sacude en medio de las incertidumbres del mundo. Tiéndenos tu mano en los momentos de duda.


Amén.

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