sábado, 5 de agosto de 2017



EL EVANGELIO DE HOY

Su rostro se puso resplandeciente como el sol.

Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con Él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor, Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

Palabra del Señor.
Reflexión
“ÉSTE ES MI HIJO... ESCÚCHENLO”
El tiempo se acorta y la hora de la pasión y la gloria se aproxima. El Maestro prepara a sus discípulos para el momento de desenlace de la historia de salvación. Y para ayudarlos a asimilarlo, escoge a tres de ellos para que fueran testigos de la Transfiguración. En lo alto de la montaña ellos ven la gloria divina que le corresponde al Hijo predilecto del Padre, cuya Ley -representada en Moisés- y los profetas -simbolizados en Elías- ya lo habían anunciado. Al bajar de la montaña no hay resplandor, ni nube, ni Moisés ni Elías. Sólo Jesús, sin apariencia extraordinaria. Les queda, sin embargo, el recuerdo de la voz del Padre: “Éste es mi Hijo muy amado... escúchenlo”. Esta voz avala las palabras que Jesús a dicho. Esta voz del Padre les ha de bastar a los discípulos para caminar junto a Jesús, para acompañarlo a Jerusalén, para vivir en el silencio del dolor y de la derrota su itinerario hacia la cruz, para no desesperar ante las dificultades, cuando la palabra sobre la resurrección al tercer día les parezca sinsentido. La voz divina les ayudará a comprender que la verdadera gloria de Jesús, pregustada sobre la montaña, sólo se encuentra una vez traspasado el umbral del sacrificio.

¿En qué momentos de mi vida diaria soy reflejo de Cristo para quienes me ven?

Oración: Ayúdanos, Señor, a ser resplandor de tu bondad y misericordia en medio de los que más necesitan consuelo en sus tribulaciones y esperanza en las dificultades.


Amén.

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