miércoles, 23 de agosto de 2017

Meditación

Esta pasaje es una de las críticas más fuertes que se han escrito contra los oportunistas, contra aquellos que, sin importarles la voluntad de Dios, buscan su propio provecho. Al leer el libro de los Jueces nos encontramos con que el pueblo fiel a Dios no reconocía a ningún otro rey sino a YHVH, pues recordaba bien que la alianza decía: "Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios". Sin embargo, otra parte del pueblo buscaba ser como "los demás pueblos" y tener un rey humano.

Con una serie de figuras, el autor nos muestra cómo el pueblo, con tal de "ser como los demás pueblos" ha escogido lo peor como rey (que de hecho llevará a Israel a la secularización y a la idolatría). Esto puede pasar también en nuestras vidas cuando buscamos hacer nuestra vida al margen de Dios, cuando nos olvidamos que nosotros somos cristianos y que, por lo tanto, no somos como el resto del mundo aunque vivamos en el mundo. Oportunidades no nos faltan, el mundo nos ofrece fama y prestigio si aceptamos "cobijarnos bajo su sombra".

El resultado siempre será el mismo: tristeza, soledad, angustia, miedo. Dios quiere reinar en nuestras vidas, quiere ser el centro de nuestra existencia, no porque necesite de nuestra alabanza o nuestro servicio, sino porque cuando él es Rey puede darnos la verdadera paz y la alegría del Reino en el cual "él reina". No nos dejemos engañar, la verdadera felicidad sólo está en Dios.

Oración

Señor, tu eres mi único Rey, renuncio a lo que sea con tal de que tú reines en mi vida. No me quiero conformar con poco, yo necesito que en mi vida, tú, el Rey de Reyes, seas el único soberano y gobernador de mis acciones; tómame, Señor.

Acción


Hoy pediré por los gobernantes de las naciones, especialmente por los de mi país.

Reflexión

Esta parábola de Jesús tiene un profundo significado y pueden sacarse diversas enseñanzas de ella.

Entre otras cosas, quiere mostrarnos lo que significa tener "absoluta confianza en la Palabra del Señor". Si nos fijamos, veremos que sólo a los primeros les dijo cuánto les iba a pagar, esto es un denario (es decir lo que un jornalero ganaba en aquel tiempo, lo necesario para que una familia viva un día); a los demás les dijo: "les daré lo que sea justo". Con esta promesa se fueron a trabajar.

Hoy en día, cuando alguien nos contrata, lo primero que se pregunta es ¿cuánto voy a ganar?, pues qué tal si lo justo para el señor es sólo cicuenta o cien pesos por el trabajo de 8 horas. Los últimos trabajadores confiaron totalmente en la palabra dada: "nos dará lo justo", y sin embargo, se llevaron la sorpresa de que les dio lo mismo que a los primeros.

La primera enseñanza de este pasaje es que la justicia de Dios no es matemática y va mucho más allá de nuestra pobre justicia humana, y que su palabra es de fiar, más allá de lo que nosotros pudiéramos pensar.

Cuando leemos las promesas hechas por Jesús, debemos siempre pensar que la realidad es mucho, pero mucho más grande de lo que la palabra expresa. Con este Dios, cómo no vamos a entregarle toda nuestra vida y a trabajar sin descanso por el Reino, si lo que nos ha prometido es mucho más de lo que jamás pudiéramos haber pensado, no importa que sólo hayamos trabajado una hora.

Shalom!

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