Viernes 02 de Noviembre 2018
“ELEGIDOS PARA LA VIDA ETERNA”
PRIMERA LECTURA
El Señor destruirá la muerte para siempre.
Del libro de Isaías 25, 6. 7-9
En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos. Él arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Así lo ha dicho el Señor. En aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 129
R/. "Señor, escucha mi oración"
• Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; / Señor, escucha mi clamor; / que estén atentos tus oídos / a mi voz suplicante. R/.
• Si conservaras el recuerdo de las culpas, / ¿quién habría, Señor, que se salvara? / Pero de ti procede el perdón, / por eso con amor te veneramos. R/.
• Confío en el Señor, / mi alma espera y confía en su palabra; / mi alma aguarda al Señor, / mucho más que a la aurora el centinela. R/.
• Como aguarda a la aurora el centinela, / aguarda Israel al Señor, / porque del Señor viene la misericordia / y la abundancia de la redención, / y Él redimirá a su pueblo / de todas sus iniquidades. R/.
EVANGELIO DEL DÍA
El que coma de este pan vivirá para siempre y yo lo resucitaré el último día.
Del Evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”.
Jesús les dijo: “Yo les aseguro: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Elegidos para la vida eterna
Por la fe en el poder de Dios, que resucitó a su Hijo de la tumba, los cristianos tenemos la certeza de que la vida no termina con la muerte, sólo se transforma. Como partícipes de la vida de Dios en Cristo, la existencia se hace eterna. La muerte es sólo un paso en ese caminar hacia Dios. Dejamos esta existencia terrena para habitar en Él, en Cristo, que es “el pan vivo que ha bajado del cielo”, y quien come de ese pan “vivirá para siempre”.
Éste es el fundamento de nuestra fe. La conmemoración de los difuntos nos debe llevar a reflexionar que “sólo quien puede reconocer una gran esperanza en la muerte, puede también vivir la vida a partir de esa esperanza. El hombre necesita eternidad, y para él cualquier otra esperanza es demasiado breve, limitada. El hombre se explica sólo si existe un Amor que supera todo aislamiento, incluso el de la muerte, en una totalidad que trasciende también el espacio y el tiempo. El hombre se explica, encuentra su sentido más profundo, sólo si existe Dios. Y nosotros sabemos que Dios salió de su lejanía y se hizo cercano, entró en nuestra vida y nos dice: “Yo soy el pan de vida… El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día” (Benedicto XVI). Por eso, el signo para los cristianos de la vida plena es el “pan de vida”, donde el Resucitado se hace presente y nos invita a entrar en comunión con Él para entregarnos salvación y vida eterna.
“La muerte no es la última palabra sobre el destino humano, porque el hombre está destinado a una vida sin límites, que tiene su raíz y su cumplimiento en Dios” (Papa Francisco).
Oración : Padre bueno, ayúdanos a comprender el misterio de la muerte. Que a través de ella participemos de la promesa de tu Hijo Jesús: “El que cree en mí nunca morirá”. Amén.
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