Jueves 20 de Septiembre de 2018
“SOLO QUIEN AMA SABE PERDONAR”
PRIMERA LECTURA
1CORINTIOS 15, 1-11
“Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído”
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Palabra del Señor.
SALMO RESPONSORIAL: 117
R. / Dad gracias al Señor porque es bueno.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
"La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa."
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo. R.
EVANGELIO DEL DÍA
LUCAS 7, 36-50
“Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora". Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El respondió: "Dímelo, maestro". Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Supongo que aquel a quien le perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente".
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor, pero al que poco se le perdona, poco ama". Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados". Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Sólo quien ama sabe perdonar
La escena de hoy, que presenta el Evangelio de Lucas, más allá de las polémicas e interpretaciones no tan acertadas, expresa de un modo preciso en qué consiste la fe cristiana: en el amor, causa y efecto del perdón. Por cuanto se es perdonado, se ama, como respuesta al perdón; y, por cuanto se ama, se está abierto a acoger el perdón, que es la forma más grande del amor.
El encuentro de Jesús con la “mujer de mala vida” se da en la casa de un fariseo, es decir, lugar de “pureza” y “justicia” rituales, pero vacío de misericordia. Muchas veces nuestras casas, incluso los templos, pueden convertirse en lugares de condena y no de misericordia, por la incapacidad de perdonar. En ese lugar “sacro” la mujer “pecadora” descubre la fuerza del perdón y del amor de Dios que no juzga sino que libera. Ante la escena se dan dos reacciones: la del fariseo, que juzga con severidad al pecador, porque en su mundo “puritano” no existe el perdón; y la de Jesús, que no juzga sino que acoge con amor a todos, porque para Dios todos son sus hijos, especialmente los pecadores, que más lo necesitan y lo invocan con humildad. Dios no juzga, sólo perdona y ama. En el sacramento de la reconciliación celebramos ese encuentro con el Dios de Jesús que perdona, salva y nos compromete a vivir el perdón.
“En la experiencia de la mujer que unge los pies del Señor con perfume: ella se siente comprendida, amada y se deja tocar por la misericordia de Dios” (Papa Francisco).
Oración: Padre santo, dame humildad y sabiduría para reconocer mis pecados y ser perdonado por ti. Amén.
“Descubramos la fuerza del perdón y del amor de Dios que no juzga, sino que libera”
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