sábado, 4 de noviembre de 2017

El Evangelio del Día

Primera Lectura

Romanos 11, 1-2a.11-12.25-29

Hermanos: Yo les pregunto: ¿Acaso Dios ha rechazado a su pueblo? De ninguna manera. Pues yo también soy israelita, descendiente de Abrahán y de la tribu de Benjamín.
Dios no ha rechazado a su pueblo, pues Él mismo lo eligió.
Y vuelvo a preguntarles: ¿Acaso los judíos han tropezado para no volver a levantarse? De ninguna manera, puesto que su caída ha tenido como consecuencia que la salvación llegue a los paganos y esto provoque la emulación de los judíos. Ahora bien, si su caída ha sido riqueza para el mundo y su empobrecimiento ha sido riqueza para los paganos, ¿cuánto más lo será la plena aceptación de la fe por parte de todos los judíos?
No quiero que ignoren, hermanos, el designio de Dios que se oculta en todo esto, para que no anden presumiendo. La ceguera de una parte del pueblo de Israel, durará hasta que todos los paganos hayan aceptado la fe, y entonces todo el pueblo de Israel se salvará, conforme a lo que dice la Escritura: “Vendrá de Sion el libertador, para alejar de Israel toda maldad y estableceré mi alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados”.
De manera que, por lo que toca al Evangelio, los judíos son enemigos, para el bien de ustedes; pero, por lo que toca a la elección de Dios, son muy amados de Él, en atención a los patriarcas, porque Dios no se arrepiente de sus dones ni de su elección.

Palabra de Dios.

Meditación

¿Es posible que Dios se olvide de sus hijos? Ciertamente no. Pues por culpable que sea una persona, un pueblo, una comunidad… la fidelidad y misericordia de Dios permanecen constantes. Todos, justos o pecadores, elegidos o paganos, son importantes para Dios y a todos da las mismas oportunidades para la salvación. Lo importante a los ojos de Dios no es el estatus ni la jerarquía de una persona, sino la actitud que ésta tiene de acoger la llamada a la salvación y la respuesta que dé a la misma.

Evangelio del Día

Lucas 14, 1.7-11

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:
“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla será engrandecido”.

Palabra del Señor.

Reflexión

El evangelio es claro al respecto: en el Reino nadie ocupa los primeros lugares ni por derecho propio ni por cortesía; los primeros lugares los ocupan quienes hayan renunciado a la manera humana de pensar y se hayan puesto al servicio de los demás. De ahí el consejo de Jesús a sus discípulos a que nunca busquen los honores tan golosos a los humanos ni manifiesten pretensiones de grandeza y más si ésta es excluyente e injusta, porque la verdadera dimensión del discípulo es la que ostentamos ante Dios Padre, el que siempre asignará a cada uno según su condición y verdad. Porque la verdad es el irrenunciable patrimonio de los seguidores de Jesús y no la condición social ni la deficiencia física, y la humildad es el valor más importante del Reino, seguido de la generosidad (caridad) con los desposeídos y el servicio desinteresado a los demás.

¿Podemos vivir hoy la virtud de la humildad, dejando de pensar sólo en nosotros y dando nuestra preferencia al prójimo?

Oración: Padre bueno, te suplico humildemente que me acompañes con tu presencia amorosa para que mi corazón se llene únicamente de fe, amor y esperanza.

Amén.


Shalom!

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