Primera
Lectura
Meditación
El
profeta Joel es testigo de la devastación y la desolación e invita al pueblo a
regresar al Señor; a retomar las prácticas penitenciales, que en otro tiempo se
consideraron vacías y sin sentido. Todas las calamidades que vive el pueblo de
Dios son una invitación constante a llevar una vida religiosa, una vida apegada
a la Palabra y con un fuerte aspecto penitencial y disciplinario para no caer
en el pecado y apartarse de Dios.
Estas
prácticas, que incluso hoy en día se tienen muy devaluadas dentro de la praxis
de nuestra Iglesia, continúan siendo, como en el tiempo de Joel, las
herramientas espirituales que evitan que la desolación y la muerte caigan sobre
nosotros. Sin embargo, poco o nulo caso hacemos de ello. El mismo Jesús, la
noche que fue traicionado, les decía a sus discípulos: "Velen y oren para
que no caigan en la tentación". Es triste ver cómo, tanto la práctica de
la oración como la de la penitencia se han ido extinguiendo en la Iglesia.
Es
raro que la gente de hoy haga penitencia, hasta en los días marcados por la
Iglesia no falta quien busca escaparse de ella. Y luego nos preguntamos ¿por
qué hay tanta violencia, por qué matan y secuestran a nuestros familiares y
amigos, por qué hay tantos problemas sociales en el pueblo de Dios? La
respuesta es simple: hemos abandonado al Señor. Por eso las palabras de Joel
deben resonar con toda su fuerza hoy en nuestros corazones: "Hagan penitencia
y lloren, giman, vengan, acuéstense en el suelo vestidos de sayal".
Oración
Señor, vivimos ya en los tiempos en los que
se nos ha quitado al Novio, te han dejado fuera del gobierno, las empresas, las
escuelas y los hogares; queremos, con la fuerza de tu Espíritu, hacer de
ordinario una vida de penitencia.
Acción
Ayunaré un día a la semana.
EL
EVANGELIO DEL DÍA
Lucas 11, 15-26
En
aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: "Este
expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los
demonios". Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero
Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: "Todo reino dividido
por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás
también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen
que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder
de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus
jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa
que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando
un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros;
pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en
que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está
contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando
el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en
busca de reposo, y al no hallarlo, dice: 'Volveré a mi casa, de donde salí'. Y
al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete
espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de
aquel hombre resulta peor que la de antes".
Palabra del Señor.
Reflexión
Este discurso de Jesús se genera a propósito
de la expulsión de un demonio. Con este pasaje nos deja en claro la existencia
de los “ángeles malos” o demonios. Esto lo digo porque hoy es común encontrar
personas que niegan su existencia y atribuyen la acción demoniaca a factores
únicamente “psicológicos” o “paranormales”. Esta es una de las tácticas
favoritas del enemigo del Reino, pasar inadvertido, de incógnito, para tomar a
sus víctimas por sorpresa. Es real.
Si bien es cierto que difícilmente puede
tomar posesión de una persona, para lo cual necesita un permiso especial de
Dios, se ensaña destruyendo o dañando la vida de quien le da cabida, sea con
base en la tentación (medio ordinario de su acción), sea mediante la
perturbación (la cual requiere una permisión de parte nuestra).
Los juegos como la ouija, la lectura de las
cartas y el café, la consulta de adivinos, abren la puerta para que Satanás
pueda tener acceso a nuestra vida, no sólo mediante la tentación, sino a
ciertas áreas de nuestra vida (pues debilita la fe y la gracia, que son
nuestras barreras contra su obrar). Quien ha tenido trato con estas cosas debe
confesarse y pedir al Pastor o Sacerdote que ore por él mientras se hace una
profesión de fe y se renuevan las promesas bautismales. Si sabes de alguien que
ha estado en contacto con esto, es tu deber como cristiano de advertirle y
ayudarlo para que pueda recobrar la gracia y cerrar su puerta a la acción del
demonio. De esta manera estarás, como Cristo, construyendo el Reino.
Shalom!
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