Primera
Lectura
Romanos 6, 12-18
Hermanos: No dejen que el pecado domine su
cuerpo mortal y los obligue a seguir sus malas inclinaciones; no pongan sus
miembros al servicio del pecado como instrumentos de maldad. Por el contrario,
pónganse al servicio de Dios, puesto que habiendo estado muertos, él les ha
dado la vida; pongan también sus miembros a su servicio, como instrumentos de
santidad. El pecado ya no volverá a dominarlos, pues no viven ustedes bajo el
régimen de la ley, sino bajo el régimen de la gracia.
¿Podemos entonces pecar, puesto que ya no
vivimos bajo el régimen de la ley, sino bajo el régimen de la gracia? De ningún
modo. ¿Acaso no saben ustedes que al someterse a alguien para obedecerlo como
esclavos, se hacen sus esclavos? Si ustedes son esclavos del pecado, es para su
propia muerte; si son esclavos de la obediencia a Dios, es para su
santificación.
Pero gracias a Dios, ustedes, aunque fueron
esclavos del pecado, han obedecido de corazón las normas de la doctrina
evangélica que se les han transmitido, y así, una vez libres del pecado, se han
hecho esclavos de la santidad.
Palabra de Dios.
Meditación
San Pablo nos invita a reflexionar sobre lo
que él llama "el misterio de la iniquidad" y que está en relación a
la fuerza que opera en nuestro corazón y que nos lleva a hacer lo que no
queremos, es decir, la fuerza del pecado. En este pasaje nos invita a no dejar
que nos domine esta fuerza, que no nos domine el pecado y, sobre todo, que no
nos haga sus esclavos. Recordemos que el pecado se vale de la tentación para
arrastrarnos hacia él.
Es en este momento cuando debemos retirarnos,
cuando debemos hacer consciente nuestra decisión de ser santos y de seguir en
fidelidad al Señor. San Pablo sabe que no es cosa fácil, y por ello nos invita
a ponernos al servicio del Señor, para que él mismo sea quien nos ayude a
vencer la tentación.
Es cierto que en nuestra condición
fragmentada por el pecado original es fácil que la tentación en un momento
determinado nos domine y pequemos, pero lo que debemos evitar, es que el pecado
se adueñe de nuestros sentidos y pasiones y nos convierta en sus esclavos. Dios
nos ha hecho libres por Jesucristo, y contamos con la asistencia continua del
Espíritu, por ello, no regresemos a una vida de pecado.
Oración
Señor, reconozco que mis manos, mis ojos, mi
boca, mi pensamiento han sido ocasión de pecado, pero ahora sé por palabras de Pablo, que si los pongo a tu servicio, serán ocasión de bendición para mí y
para los que me rodean.
Acción
Oraré al Señor confiadamente pidiendo su
gracia, que me ayude a descubrir las tentaciones que se me presenten y poderlas
resistir diciendo: "apártate de mí, Satanás".
Evangelio
del Día
Lucas 12, 39-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
“Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el
ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su
casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo
piensen, vendrá el Hijo del hombre”.
Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices
esta parábola sólo por nosotros o por todos?”
El Señor le respondió: “Supongan que un
administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre con el encargo de
repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia.
Dichoso ese siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su
deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene.
Pero si ese siervo piensa: ‘Mi amo tardará en
llegar’ y empieza a maltratar a los otros siervos y siervas, a comer, a beber y
a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada llegará su amo y
lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte de los desleales.
El siervo que conociendo la voluntad de su
amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el
que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y
al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Dios ha puesto en nuestras manos muchos
bienes materiales, humanos, espirituales. Nos ha dado la gracia, la vida; nos
ha encomendado el cuidado de nuestros amigos y hermanos para que los ayudemos a
llegar a la santidad; nos ha puesto a algunos de nosotros como administradores
de bienes y nos ha encargado la promoción de nuestros subordinados.
Todos, cada uno según sus carismas y el
llamado propio, hemos sido constituidos en administradores de los bienes del
Señor, por ello valdría la pena hoy revisar cómo hemos administrado nuestros
bienes materiales.
Para quien está casado ¿cómo ha dirigido su
casa, su familia y a los hijos? Para quien tiene responsabilidades con
subordinados ¿cómo los ha tratado y ayudado en su promoción integral? No se te
olvide lo que hoy dice el Señor que “a quien mucho se le confió, mucho se le
exigirá”.
Shalom!