Oración de la Mañana
Amado Dios, hoy me presento ante Ti a través
de esta oración, para agradecerte por tu amor infinito y por la dicha de un
nuevo despertar.
Hoy me presento ante Ti también con un
corazón lleno de amor y regocijo, para elevar mis plegarias al cielo y darte
gracias por un día más de vida, por el pan que sirve de alimento para mí y para
mi familia, por todas las bendiciones que me brindas en cada nueva mañana, por
todo tu amor y por la promesa que cada nuevo día será más bendecido que el
anterior.
Tú eres mi buen pastor, que me cuida y guía
en este camino llamado vida, y por eso mi vida solo es para servirte y adorarte
a Ti, Padre milagroso y de infinita bondad.
Señor, Tú que renovaste la salud de los
enfermos y devolviste la vista al ciego, Tú que todo lo puedes, dame salud y
vida cada día al despertar, para poder obrar de acuerdo a tu santa voluntad.
Amado Dios, Gracias por darme la felicidad de
abrir los ojos para ver tu grandeza reflejada en un bello amanecer y permitirme
respirar este aire tan preciado para la vida.
Haz tu voluntad sobre mí y sobre cada ser que
habita el mundo y necesita de Ti, por ellos también te pido padre amado.
Te pido que seas Tú guiando mis pasos hoy y
cada día de mi vida. Que seas Tú quien me susurre al oído el camino por el que
debo avanzar, que libres mi vida de los peligros y que me colmes de dicha y
prosperidad; porque confió en tu infinita bondad, porque eres Tú quien camina
conmigo y porque donde estás Tú, no falta absolutamente nada, Amén.
“¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros?”
PRIMERA LECTURA
Prescripciones sobre la cena pascual.
Del libro del Éxodo 12, 1-8.11-14
En aquellos días, el Señor
les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el
primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad
de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia,
uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte
con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la
cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un
año, cordero o cabrito.
Lo guardarán hasta el día
catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al
atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta
de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a
fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la
cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa,
porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor.
Yo pasaré esa noche por la
tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde
los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el
Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes.
Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga
exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes
un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en
generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 115
R/. “Gracias, Señor, por tu
sangre que nos lava”.
• ¿Cómo le pagaré al Señor /
todo el bien que me ha hecho? / Levantaré el cáliz de salvación / e invocaré el
nombre del Señor. R/.
• A los ojos del Señor es muy penoso / que mueran sus amigos. / De la muerte, Señor, me has librado, / a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.
• Te ofreceré con gratitud un sacrificio / e invocaré tu nombre. / Cumpliré mis promesas al Señor / ante todo su pueblo. R/.
EVANGELIO DEL
DIA
Los amó hasta el extremo.
Del Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la
Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo.
En el transcurso de la cena,
cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de
Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en
sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía,
se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó;
luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y
a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro,
éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?”. Jesús le replicó: “Lo
que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”.
Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te
lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso,
Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo:
“El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está
limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a
entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”.
Cuando acabó de lavarles los
pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo
que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen
bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado
los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he
dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo
hagan”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hasta el extremo
Jesús
celebra la Pascua con sus discípulos siguiendo los ritos propios de esta fiesta
y, a la vez, instaura la celebración de una nueva Pascua, en la cual Él mismo
será el Cordero inmolado que se da en sacrificio para la salvación de la
humanidad. Él está dispuesto a vivir su hora con la confianza de su libertad
divina. Es la “hora” de su amor consumado hasta el extremo. Para dar fuerza a
esta decisión personal, incluso a riesgo de no ser entendido por sus
discípulos, pone en práctica una acción simbólica impensable –quitarse el
manto, ceñirse una toalla y lavar los pies a sus discípulos–, propia de un
esclavo y no de un maestro. “Despojarse del manto” denota entregar “todo” por
propia voluntad. Y ¿qué es lo más valioso del hombre? Su vida. Jesús entrega su
vida, no la arrebatan. Por eso su muerte no es una más que ocurre en el mundo,
sino que es la muerte salvadora por excelencia. “Ceñirse”, como lo hacían los
antiguos guerreros, implica ganar la batalla de la muerte. Pero Jesús no lucha
para no morir, sino para que su muerte tenga sentido y razón. “Lavar los pies”,
por su parte, es la entrega de la vida del Maestro a sus discípulos, como signo
de amor, cuando tendrían que ser los discípulos los que deberían estar
dispuestos a dar la vida por el maestro. Podemos decir, pues, que Jesús va a su
propia muerte (donación), representado en el lavatorio de los pies, el servicio
total de Jesús por la humanidad, ceñido de paz y amor. Va a morir por todos,
por eso lava también los pies a Judas, que representa a los que rechazan el
“amor” de Dios. Es el ejemplo perfecto de lo que tenemos que hacer por los
demás.
¿Estoy
en disposición para hacer realidad el mandamiento del amor?
Oración: Señor Jesús, concédeme la gracia de corresponder al regalo que me haces en la Celebración de la Palabra: amar a Dios y al prójimo. Amén.
Shalom!
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