jueves, 29 de marzo de 2018

Evangelio del Día


Oración de la Mañana

Amado Dios, hoy me presento ante Ti a través de esta oración, para agradecerte por tu amor infinito y por la dicha de un nuevo despertar.
Hoy me presento ante Ti también con un corazón lleno de amor y regocijo, para elevar mis plegarias al cielo y darte gracias por un día más de vida, por el pan que sirve de alimento para mí y para mi familia, por todas las bendiciones que me brindas en cada nueva mañana, por todo tu amor y por la promesa que cada nuevo día será más bendecido que el anterior.

Tú eres mi buen pastor, que me cuida y guía en este camino llamado vida, y por eso mi vida solo es para servirte y adorarte a Ti, Padre milagroso y de infinita bondad.

Señor, Tú que renovaste la salud de los enfermos y devolviste la vista al ciego, Tú que todo lo puedes, dame salud y vida cada día al despertar, para poder obrar de acuerdo a tu santa voluntad.

Amado Dios, Gracias por darme la felicidad de abrir los ojos para ver tu grandeza reflejada en un bello amanecer y permitirme respirar este aire tan preciado para la vida.

Haz tu voluntad sobre mí y sobre cada ser que habita el mundo y necesita de Ti, por ellos también te pido padre amado.

Te pido que seas Tú guiando mis pasos hoy y cada día de mi vida. Que seas Tú quien me susurre al oído el camino por el que debo avanzar, que libres mi vida de los peligros y que me colmes de dicha y prosperidad; porque confió en tu infinita bondad, porque eres Tú quien camina conmigo y porque donde estás Tú, no falta absolutamente nada, Amén.

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”

PRIMERA LECTURA

Prescripciones sobre la cena pascual.

Del libro del Éxodo 12, 1-8.11-14
En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor.
Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 115
R/. “Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava”.
• ¿Cómo le pagaré al Señor / todo el bien que me ha hecho? / Levantaré el cáliz de salvación / e invocaré el nombre del Señor. R/.

• A los ojos del Señor es muy penoso / que mueran sus amigos. / De la muerte, Señor, me has librado, / a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.

• Te ofreceré con gratitud un sacrificio / e invocaré tu nombre. / Cumpliré mis promesas al Señor / ante todo su pueblo. R/.

EVANGELIO DEL DIA

Los amó hasta el extremo.

Del Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?”. Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”.
Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.
Palabra del Señor.


Reflexión
Hasta el extremo
Jesús celebra la Pascua con sus discípulos siguiendo los ritos propios de esta fiesta y, a la vez, instaura la celebración de una nueva Pascua, en la cual Él mismo será el Cordero inmolado que se da en sacrificio para la salvación de la humanidad. Él está dispuesto a vivir su hora con la confianza de su libertad divina. Es la “hora” de su amor consumado hasta el extremo. Para dar fuerza a esta decisión personal, incluso a riesgo de no ser entendido por sus discípulos, pone en práctica una acción simbólica impensable –quitarse el manto, ceñirse una toalla y lavar los pies a sus discípulos–, propia de un esclavo y no de un maestro. “Despojarse del manto” denota entregar “todo” por propia voluntad. Y ¿qué es lo más valioso del hombre? Su vida. Jesús entrega su vida, no la arrebatan. Por eso su muerte no es una más que ocurre en el mundo, sino que es la muerte salvadora por excelencia. “Ceñirse”, como lo hacían los antiguos guerreros, implica ganar la batalla de la muerte. Pero Jesús no lucha para no morir, sino para que su muerte tenga sentido y razón. “Lavar los pies”, por su parte, es la entrega de la vida del Maestro a sus discípulos, como signo de amor, cuando tendrían que ser los discípulos los que deberían estar dispuestos a dar la vida por el maestro. Podemos decir, pues, que Jesús va a su propia muerte (donación), representado en el lavatorio de los pies, el servicio total de Jesús por la humanidad, ceñido de paz y amor. Va a morir por todos, por eso lava también los pies a Judas, que representa a los que rechazan el “amor” de Dios. Es el ejemplo perfecto de lo que tenemos que hacer por los demás.
¿Estoy en disposición para hacer realidad el mandamiento del amor?

Oración: Señor Jesús, concédeme la gracia de corresponder al regalo que me haces en la Celebración de la Palabra: amar a Dios y al prójimo. Amén.
Shalom!



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