miércoles, 28 de marzo de 2018

Evangelio del Día


Oración inicial

Amado Dios, te saludo lleno de alegría en esta hermosa mañana y te doy gracias por la dicha de haber despertado a vivir un nuevo día, que sin duda estará lleno de triunfos, bendiciones y oportunidades para alcanzar mis más grandes anhelos, ser feliz y ayudar a los demás.

Señor, cada nuevo día trae consigo nuevos retos y nuevos desafíos. Te pido que por favor me colmes de voluntad y valentía para vivir esta nueva jornada con alegría y entusiasmo.

Dame humildad para los triunfos y dignidad en las derrotas. En tus manos dejo cada una de mis misiones de hoy, te pido que guíes mis acciones y me ayudes a alcanzar mis propósitos.

Tómame de la mano y por favor avanza junto a mí en este bello camino de la vida, pues si Tú estás conmigo no habrá mal que me derrumbe, envidia que me afecte, ni pruebas que no pueda superar; porque eres Tú quien llena mi existencia de dicha, bendiciones y prosperidad.

Te pido también, amado Padre, que me concedas paz, entendimiento y conciencia, para así poder tener control de mis palabras, mis pensamientos y mis acciones; y a través de ellas edificar, iluminar y sembrar solidaridad y amor entre mis hermanos; te suplico que me conviertas en un instrumento de tu obra.

Eres un Dios maravilloso y me has regalado un hogar maravilloso y una bella familia. Por medio de esta oración nos entregamos a tu sublime protección, todo nuestro ser, nuestra casa y lo que nos has dado estará bajo tu fiel cuidado.

Amado Dios: Nuestra confianza esta en ti y por eso también confiamos en cada uno de los planes que tienes para nuestras vidas. Y aunque a veces no entendemos algunas cosas que suceden, nuestra fe es inquebrantable, porque sabemos que contigo en nuestras vidas, todo siempre saldrá bien, Amén.
“¡Espero compasión, y no la hay!”

PRIMERA LECTURA

No he sustraído mi rostro a los insultos y salivazos.

Del profeta Isaías 50, 4-9a
En aquel entonces dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado.
Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 

Del salmo 68
R/. “Por tu bondad, Señor, socórreme”.
• Por ti he sufrido injurias / y la vergüenza cubre mi semblante. / Extraño soy y advenedizo, / aun para aquellos de mi propia sangre; / pues me devora el celo de tu casa, / el odio del que te odia, en mí recae. R/.

• La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. / Espero compasión y no la hallo; / consoladores, y no los encuentro. / En mi comida me echaron hiel, / para mi sed me dieron vinagre. 
R/.

• En mi cantar exaltaré tu nombre, / proclamaré tu gloria, agradecido. / Se alegrarán al verlo los que sufren, / quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, / porque el Señor jamás desoye al pobre, / ni olvida al que se encuentra encadenado. 
R/.
EVANGELIO DEL DIA

¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!

Del Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?”. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”. Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discí- pulos en tu casa’”. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?”. Él respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?”. Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”.
Palabra del Señor.

Reflexión
¿Nadie está libre de culpa?
 Isaías, con su tercer cántico del Siervo, nos exhorta a abrir los oídos y el corazón para recibir el mensaje que Dios nos quiere comunicar. El contenido del mensaje es una palabra de consuelo. Pero, como sucede casi siempre, no todos reciben bien esta invitación, sino que se rebelan contra el Siervo, que tiene que padecer la violencia y la incomprensión. Esto, sin embargo, no hace que el Siervo dé marcha atrás, pues sabe bien en quién ha puesto su confianza y por eso continúa con su misión. La seguridad del Siervo sirve para afirmar nuestra “esperanza” de que Dios vela por nosotros, nos cuida y nos protege, incluso cuando parece que todo está perdido.
En el contexto de la cena pascual, el Maestro saca a la luz las intenciones ocultas de sus amigos. Al decir que uno de ellos lo entregará, de inmediato surge confusión y autoinculpaciones. ¿Nadie está libre de culpa? En ese ambiente de tristeza y tensión, Jesús ofrece al traidor pan mojado en vino, señal del cuerpo y la sangre que se entregará por la vida de todos. Queda fácil apuntar a Judas y señalarlo como el traidor. Pero, no sería mejor revisar cómo ha sido nuestra fidelidad. También nosotros “escuchamos” la Palabra del Señor y “compartimos” su pan en la Eucaristía, sin embargo, no cambiamos ciertos comportamientos que traicionan la esencia del ser cristiano.
¿Cómo está mi lealtad y fidelidad en el amor al Señor? ¿Cuáles son los intereses y ambiciones que mueven mi vida?

Oración: Señor Jesús, que das la vida por tus amigos, concédeme ser fiel a tu amor; sé el valor absoluto en mi vida por encima de otros valores. Amén.
Shalom!


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