Oración
inicial
Amado Dios, te saludo lleno de
alegría en esta hermosa mañana y te doy gracias por la dicha de haber despertado
a vivir un nuevo día, que sin duda estará lleno de triunfos, bendiciones y
oportunidades para alcanzar mis más grandes anhelos, ser feliz y ayudar a los
demás.
Señor, cada nuevo día trae
consigo nuevos retos y nuevos desafíos. Te pido que por favor me colmes de
voluntad y valentía para vivir esta nueva jornada con alegría y entusiasmo.
Dame humildad para los
triunfos y dignidad en las derrotas. En tus manos dejo cada una de mis misiones
de hoy, te pido que guíes mis acciones y me ayudes a alcanzar mis propósitos.
Tómame de la mano y por favor
avanza junto a mí en este bello camino de la vida, pues si Tú estás conmigo no
habrá mal que me derrumbe, envidia que me afecte, ni pruebas que no pueda
superar; porque eres Tú quien llena mi existencia de dicha, bendiciones y
prosperidad.
Te pido también, amado Padre,
que me concedas paz, entendimiento y conciencia, para así poder tener control
de mis palabras, mis pensamientos y mis acciones; y a través de ellas edificar,
iluminar y sembrar solidaridad y amor entre mis hermanos; te suplico que me
conviertas en un instrumento de tu obra.
Eres un Dios maravilloso y me
has regalado un hogar maravilloso y una bella familia. Por medio de esta
oración nos entregamos a tu sublime protección, todo nuestro ser, nuestra casa
y lo que nos has dado estará bajo tu fiel cuidado.
Amado Dios: Nuestra confianza
esta en ti y por eso también confiamos en cada uno de los planes que tienes
para nuestras vidas. Y aunque a veces no entendemos algunas cosas que suceden,
nuestra fe es inquebrantable, porque sabemos que contigo en nuestras vidas,
todo siempre saldrá bien, Amén.
“¡Espero
compasión, y no la hay!”
PRIMERA LECTURA
No he sustraído mi rostro a los insultos y salivazos.
Del profeta Isaías 50, 4-9a
En aquel entonces dijo Isaías: “El Señor
me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras
de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta
mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus
palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro a
los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no
quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré
avergonzado.
Cercano está de mí el que me hace
justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa?
Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?”.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 68
R/. “Por
tu bondad, Señor, socórreme”.
• Por ti he sufrido injurias / y la
vergüenza cubre mi semblante. / Extraño soy y advenedizo, / aun para aquellos de
mi propia sangre; / pues me devora el celo de tu casa, / el odio del que te
odia, en mí recae. R/.
• La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. / Espero compasión y no la hallo; / consoladores, y no los encuentro. / En mi comida me echaron hiel, / para mi sed me dieron vinagre. R/.
• En mi cantar exaltaré tu nombre, / proclamaré tu gloria, agradecido. / Se alegrarán al verlo los que sufren, / quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, / porque el Señor jamás desoye al pobre, / ni olvida al que se encuentra encadenado. R/.
EVANGELIO DEL DIA
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!
Del Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce,
llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto
me dan si les entrego a Jesús?”. Ellos quedaron en darle treinta monedas de
plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes
Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres
que te preparemos la cena de Pascua?”. Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa
de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la
Pascua con mis discí- pulos en tu casa’”. Ellos hicieron lo que Jesús les había
ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los
Doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a
entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por
uno: “¿Acaso soy yo, Señor?”. Él respondió: “El que moja su pan en el mismo
plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como
está escrito de Él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser
entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó
Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?”. Jesús le respondió:
“Tú lo has dicho”.
Palabra
del Señor.
Reflexión
¿Nadie está libre de culpa?
Isaías, con su tercer cántico del
Siervo, nos exhorta a abrir los oídos y el corazón para recibir el mensaje que
Dios nos quiere comunicar. El contenido del mensaje es una palabra de consuelo.
Pero, como sucede casi siempre, no todos reciben bien esta invitación, sino que
se rebelan contra el Siervo, que tiene que padecer la violencia y la
incomprensión. Esto, sin embargo, no hace que el Siervo dé marcha atrás, pues
sabe bien en quién ha puesto su confianza y por eso continúa con su misión. La
seguridad del Siervo sirve para afirmar nuestra “esperanza” de que Dios vela por
nosotros, nos cuida y nos protege, incluso cuando parece que todo está perdido.
En el contexto de la cena pascual, el
Maestro saca a la luz las intenciones ocultas de sus amigos. Al decir que uno
de ellos lo entregará, de inmediato surge confusión y autoinculpaciones. ¿Nadie
está libre de culpa? En ese ambiente de tristeza y tensión, Jesús ofrece al
traidor pan mojado en vino, señal del cuerpo y la sangre que se entregará por
la vida de todos. Queda fácil apuntar a Judas y señalarlo como el traidor. Pero,
no sería mejor revisar cómo ha sido nuestra fidelidad. También nosotros
“escuchamos” la Palabra del Señor y “compartimos” su pan en la Eucaristía, sin
embargo, no cambiamos ciertos comportamientos que traicionan la esencia del ser
cristiano.
¿Cómo está mi lealtad y fidelidad en el
amor al Señor? ¿Cuáles son los intereses y ambiciones que mueven mi vida?
Oración: Señor Jesús, que das la vida por tus amigos, concédeme ser fiel a tu amor; sé el valor absoluto en mi vida por encima de otros valores. Amén.
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