Sábado
23 de Febrero del 2019
“
Qué bien estamos aquí ”
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 11,1-7:
La fe es seguridad
de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los
antiguos. Por la fe, sabemos que la palabra de Dios configuró el universo, de
manera que lo que está a la vista no proviene de nada visible. Por la fe, Abel
ofreció a Dios un sacrificio mejor que Caín; por ella, Dios mismo, al recibir
sus dones, lo acreditó como justo; por ella sigue hablando después de muerto.
Por fe, fue arrebatado Henoc, sin pasar por la muerte; no lo encontraban,
porque Dios lo había arrebatado; en efecto, antes de ser arrebatado se le
acreditó que había complacido a Dios, y sin fe es imposible complacerle, pues
el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo
buscan. Por fe. Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, tomó
precauciones y construyó un arca para salvar a su familia; por la fe, condenó
al mundo y consiguió la justicia que viene de la fe.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial
Sal 144,2-3.4-5.10-11
R/. “Bendeciré tu nombre; Señor, por siempre”
Día tras día, te
bendeciré
y alabaré tu nombre
por siempre jamás.
Grande es el Señor,
merece toda alabanza.
Es incalculable su
grandeza. R/.
Una generación
pondera tus obras a la otra
y le cuenta tus
hazañas.
Alaban ellos la
gloria de tu majestad,
y yo repito tus
maravillas. R/.
Que todas tus
criaturas te den gracias, Señor,
que te bendiga tus
fieles;
que proclamen la
gloria de tu reinado,
que hablen de tus
hazañas. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos
9, 2-13
En aquel tiempo,
Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una
montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de
un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se
les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó
la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer
tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados,
y no sabía lo que decía.
Se formó una nube
que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado;
escuchadlo.»
De pronto, al mirar
alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de
la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que
el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó
grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los
muertos».
Le preguntaron:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Ellas?»
Les contestó él:
«Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que
el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Ellas
ya ha venido, y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito.»
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy
La fe es seguridad de lo que se espera
Después de decirnos
que “la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”, el
autor de esta carta pasa a alabar la fe de muchos personajes importantes del
Antiguo Testamento, aunque la lectura de hoy se queda en los tres primeros:
Abel, Henoc y Noé. Pero este capítulo 11 menciona a bastantes más. Todos ellos
tienen un rasgo común, vivir su vida desde la fe en Dios y confiando en las
promesas que Dios les ha hecho. Su vida no es más que aceptar y cumplir la
voluntad de Dios. Para ellos, Dios era Dios, lo primero, a quien había que oír
y seguir sus indicaciones. No conciben su vida sin Dios.
Jesús, el Hijo del
hombre y el Hijo de Dios, al venir hasta nosotros, nos ha dado más garantías,
más pruebas, para vivir nuestra vida desde la fe en Dios nuestro Padre y tener
“la seguridad de lo que nos espera”. La invisibilidad de Dios se nos ha hecho
visible en Jesús. Sabemos muchas más cosas de Dios gracias a Jesús. “Felipe,
quien me ve a mí, ve al Padre”. Jesús nos ha señalado el camino que lleva a la
vida: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Nos ha prometido acompañarnos en
nuestro caminar terreno y nos ha hecho también la sublime promesa de regalarnos
la resurrección después de nuestra muerte a una vida de total felicidad. “El
que cree en mí, aunque muera vivirá y vivirá para siempre”.
Qué bien estamos aquí. Qué mal estoy aquí
Podemos decir que
en la vida de Pedro, en algunos de sus rasgos más destacados, nos vemos
retratados todos los cristianos. Lo mismo que a Pedro, un día Jesús salió a
nuestro encuentro, nos sedujo con su amor, y le prometimos seguirle donde
quiera que él fuese. En ese caminar con Jesús, lo mismo que Pedro en la
transfiguración que nos relata el evangelio de hoy, hemos tenido momentos de más
luz, en los que Jesús nos ha hecho experimentar su presencia con más
intensidad. Y gozosos, robándole las palabras a Pedro, le volvimos a decir lo
bien que no sentíamos siguiéndole y viviendo la amistad que nos brindaba: “Qué
bien estamos aquí”.
Pero Pedro le negó
tres veces en el momento de su pasión y posteriormente, cuando cayó en la
cuenta de lo que había hecho, rompió a llorar, se arrepintió y pudo decir: “Qué
mal estoy aquí”. Esta situación de Pedro es también la nuestra. De vez en
cuando, somos capaces de negar a Jesús, de hacer lo contrario de lo que él nos
pide. Y también como Pedro, al darnos cuenta de nuestra equivocación, nos
arrepentimos y lloramos nuestro despropósito: “Qué mal estoy aquí”.
Pero Pedro vivió un
tercer momento. A la orilla del lago, cuando Cristo se les presenta resucitado
a él y a otros apóstoles, se dirigió a Pedro y le preguntó por tres veces:
“Pedro, ¿me amas?”. Y ante la respuesta positiva de Pedro, le volvió a pedir:
“Sígueme”. Pues también a nosotros, Jesús, tantas veces como nos desviemos de
su camino saldrá a nuestro encuentro y nos hará la misma pregunta que a Pedro:
“¿me amas”. Y ante nuestra respuesta positiva, nos dirá: “Sígueme”.
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