domingo, 3 de febrero de 2019

Lunes 4 Febrero- Evangelio del Día


Lunes 4 de Febrero del 2019

“Anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo”




Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 11,32-40:

¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; éstos, por medio de la fe, subyugaron reinos, practicaron la justicia, obtuvieron promesas, amordazaron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, derrotaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus difuntos. Pero otros fueron tundidos a golpes y rehusaron el rescate, para obtener una resurrección mejor; otros pasaron por la prueba de la flagelación ignominiosa, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los serraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados; el mundo no era digno de ellos: vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos éstos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido; Dios tenía preparado algo mejor para nosotros, para que no llegaran sin nosotros a la perfección.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 30,20.21.22.23.24

 R/. “Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor”

Qué bondad tan grande,
Señor, reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.

En el asilo de tu presencia
los escondes de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R/.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia en la ciudad amurallada. R/.

Yo decía en mí ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba. R/.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5,1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.

Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.»

Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»

Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?»

Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos.»

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: «Déjanos ir y meternos en los cerdos.»

Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy

Acreditados por su fe

Cuando hablamos de la fe estamos hablando no de un concepto, sino de una actitud ante la vida. Solamente cuando el hombre es sometido a la prueba, es cuando en realidad puede entender lo que significa tener o no fe. Tener fe, creerle a Dios, es ir en contra de todas las evidencias y es por ello que sólo cuando todas las evidencias son contrarias a lo que Dios nos ha ofrecido, es cuando se entiende con exactitud lo que significa tener fe.

Así, por ejemplo, cuando uno ve sufrir a un hermano o a un hijo, cuando muere o enferma gravemente un niño, cuando entramos en contacto estrecho con el dolor y el sufrimiento, es cuando se pone a prueba nuestra fe, pues no es fácil creer que detrás de todas estas "desgracias" está un proyecto de amor y que el Dios revelado por Cristo, es verdaderamente un Padre amoroso al cual no le gusta ver sufrir a sus hijos. Esto es la fe.

Finalmente, es tener la seguridad de que Dios, que es amor, está obrando con amor y misericordia en medio de nuestras crisis. Sólo desde esta perspectiva podemos entender la fe de Abraham y de María. En medio de un mundo rodeado de dolor, de guerras, de violencia y enfermedad, hoy más que nunca debemos fortalecer la fe en el Dios del amor, de la paz y de la fraternidad.

¿Cómo afrontamos nosotros las diversas circunstancias de nuestra vida? Cuando nos va bien, ¿vemos en ello una confirmación de que Dios nos ama y nos mima en muchas ocasiones? Cuando nos va mal, ¿confiamos en que podremos resistir si de verdad nos fiamos de Dios? También para nosotros la clave está en el vigor de nuestra fe, apoyada en tantos ejemplos concretos como nos rodean, si nos fijamos bien, y que parecen decirnos: “Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor”.

Anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo

Esta historia del Evangelio nos parecería estar lejana a nuestra realidad, sin embargo, la verdad es que se repite frecuentemente hoy en nuestra sociedad dominada por el materialismo. Jesús sana y libera a un hombre, a un ser humano que sufría a causa de unos demonios. Al hacerlo, los demonios destruyen toda una piara de cerdos. Los habitantes, en lugar de agradecer el haber liberado y sanado al pobre hombre que sufría, se preocupan más por la pérdida material de una piara de cerdos. ¿Vale más la piara de cerdos que la salud y bienestar de un ser humano? Como consecuencia, la comunidad rechaza a Jesús.

Como vemos, la historia se repite una y otra vez. Hoy es más importante la cantidad de producción y la eficiencia, que la vida familiar, social y económica de los trabajadores; son más importantes nuestras pertenencias, que el bien social de la comunidad; es más importante el trabajo y el bienestar económico, que la vida familiar y la atención a los hijos. Preferimos lo material a lo espiritual. Y cuando Jesús, a través de la Escritura o de la Iglesia, nos advierte de esto, o busca ayudarnos a liberarnos de estas esclavitudes, la respuesta es: ¿Qué tiene la Iglesia (o el mismo Jesús) que decirme sobre qué es más importante? ¿Qué tiene que hacer en mis negocios, en mi medio social, en mi vida?

No dejemos que nos domine lo material. Dios nos ha regalado todas las cosas materiales, las cuales son buenas y son para nuestro bienestar, pero jamás deberán estar por encima de los valores, como son: la vida humana, la vida familiar y la protección del medio ambiente. Nada vale una piara de cerdos comparada con la alegría que produce el ver a un hermano sano y feliz.
¿Seremos capaces de reconocer y agradecer la misericordia que Dios ha tenido con nosotros? ¿Y seremos tan audaces y convincentes que logremos darla a conocer por todas partes en este mundo en que vivimos?

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