viernes, 15 de febrero de 2019

Sábado 16 de Febrero- Evangelio del Día




Sábado 16 de Febrero del 2019

“Me da lástima de esta gente”





Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 3,9-24:

El Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?»

Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.»

El Señor le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»

Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»
El Señor dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?»

Ella respondió: «La serpiente me engañó, y comí.»

El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»
A la mujer le dijo: «Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará.»
Al hombre le dijo: «Porque le hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol del que te prohibí comer, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Con sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.»
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven. El Señor Dios hizo pellizas para el hombre y su mujer, y se las vistió.
Y el Señor Dios dijo: «Mirad, el hombre es ya como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal. No vaya a echarle mano al árbol de la vida, coja de él, coma y viva para siempre.»
Y el Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde lo habían sacado. Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y la espada llameante que se agitaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 89,2.3-4.5-6.12-13

R/. “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación”

Antes que naciesen los montes,
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R/.

Tu reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer,
que pasó, una vela nocturna. R/.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.



Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio San Marcos 8,1-10

Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos.»

Le replicaron sus discípulos: «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos?»

Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?»

Ellos contestaron: «Siete.»

Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discipulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también. La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil. Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discipulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy

El pecado es siempre una equivocación

La primera lectura nos relata el pecado de nuestros primeros padres. Como cristianos que hemos aceptado con gusto a Jesús y todo lo que nos ha dicho y prometido, podemos sacar algunas lecciones de este simbólico pasaje del Génesis. Dios, desde el principio, nos ha hecho a todos la oferta de vivir en amistad con él, algo que nos ha dejado todavía más claro con el envío de su Hijo Jesucristo hasta nosotros. Esta oferta de amistad se concreta, entre otros aspectos, en señalarnos los caminos a seguir, las actitudes a vivir para encontrar la felicidad deseada. El pecado, el de nuestros padres y el de cualquiera de nosotros, es no hacer caso a nuestro Dios y a su Hijo Jesucristo, hacer lo contario de los que nos indican pensando que así seremos más felices, “seremos como dioses”. Pero la experiencia de Adán y Eva y nuestra experiencia personal nos indican que el pecado, el romper la amistad con Dios, lo único que nos trae es zozobra y tristeza. El pecado nos hace daño, y nunca no da la felicidad prometida.

La historia de Dios con nosotros, con toda la humanidad, no quedó en la expulsión del paraíso de Adán y Eva. Llegada la plenitud de los tiempos, en un poderoso acto de amor, nos envió a su propio hijo Jesús, para convencernos de que nos amaba entrañablemente y para convencernos que él era el mejor camino para llevarnos a la vida y vida abundante que todos deseamos.

Me da lástima de esta gente

Dos elementos destacan en el pasaje que acabamos de leer. Por un lado, encontramos la preocupación de Jesús por sus oyentes, a los que no puede mandar sin comer y por otro, uno de los elementos más importantes dentro de las primeras comunidades: compartir lo que se tiene con los demás. De nuevo nos encontramos con la compasión de Jesús, que no sólo ve por el anuncio evangélico para sus oyentes, sino que sabe que es también necesario el alimento para el cuerpo.

Pasa en muchas ocasiones que éste último detalle se nos olvida y queremos que el pueblo de Dios viva sólo de la predicación, sin darle nada para el cuerpo. El apóstol Santiago, en su carta en el capítulo dos, nos advierte que esto no es lo que corresponde a un cristiano. No podemos decirle a la gente que pasa frío o hambre: "Dios te bendiga para que ya no tengas frío o hambre". Es necesario darle con qué cubrirse y con qué comer. Y para ello, es necesario desprenderse de las cosas personales. En el episodio de hoy, vemos que Jesús les pregunta a sus discípulos: "¿Cuánto panes tienen?" es decir, busquen entre lo poco o mucho que tengamos para nosotros, y vamos a compartirlo con los que no tienen.

Al margen del milagro de la multiplicación, quizás el milagro más grande que podríamos encontrar es vencer el egoísmo y dar incluso lo único que se tiene para comer. Cuando uno actúa de esta manera, es increíble cómo el segundo milagro se da por añadidura y como pasó con el bote de harina en el pasaje de Elías, nunca más se vuelve a agotar la comida. Vence tu egoísmo, comparte lo que tienes con los necesitados, confía en Dios y verás que nunca volverá faltar el pan en tu casa.

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