viernes, 29 de diciembre de 2017

EVANGELIO DEL DIA

PRIMERA LECTURA

El que ama a su hermano permanece en la luz.

De la Primera carta de san Juan 2, 3-11

Queridos hermanos: En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos. El que dice: “Yo lo conozco”, pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su Palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a Él. El que afirma que permanece en Cristo debe vivir como Él vivió.
Hermanos míos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que ustedes tenían desde el principio. Este mandamiento antiguo es la Palabra que han escuchado y, sin embargo, es un mandamiento nuevo éste que les escribo; nuevo en él y en ustedes, porque las tinieblas pasan y la luz verdadera alumbra ya.
Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han segado sus ojos.

Palabra de Dios.

 EVANGELIO DEL DIA

Cristo es la luz que alumbra a las naciones.

Lucas 2, 22-35

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y también para ofrecer, como dice la ley, “un par de tórtolas o dos pichones”.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Palabra del Señor.

LA LUZ DA SENTIDO A LA EXISTENCIA

El acontecimiento de la Navidad es la fiesta de la luz. Una luz que ilumina nuestros hogares, que colorea nuestras calles y nos anima a contagiar a todo el mundo de alegría y buenos deseos. Es la fiesta de la luz que debe alumbrar nuestra esperanza y llenar de sentido nuestra vida como participantes de la vida de Dios. Porque Dios es la Luz. Y Juan nos enseña el camino: el que ama a su hermano permanece en la luz, mientras que el que odia a su hermano está en tinieblas y anda a oscuras, sin saber dónde va, porque las tinieblas a cerrado su corazón. Debemos, pues, ser portadores de la luz de Cristo que ilumine y guíe al mundo hacia una sociedad de paz, fraternidad y amor.
En el marco de la presentación del Niño en el templo, Lucas presenta a Jesús como la luz que alumbra a todas las naciones. Con el Salvador ha llegado la luz al mundo y todo cobra sentido, pues se produce la regeneración del género humano. Dios vuelve a recrear al hombre liberándolo del pecado y la muerte y devolviéndole su dignidad de hijo. Así, como profetiza Simeón, la vida puede vivirse desde la paz y el sosiego espiritual. La salvación se ha hecho presente y debemos ser testigos de esa nueva creación, de ese Reino de Dios que se ha instaurado en Jesús. Cobra así sentido el cántico de la Navidad: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, a los hijos de la luz, a los que aman a su prójimo y son bendición para sus hermanos.

¿Soy consciente de que la fe es un don de Dios, y me esmero en pedirla y en cultivarla? ¿Con qué actos concretos estoy alimentando mi fe actualmente?

Oración: Señor Jesús, concédeme la gracia de saber acoger, conocer y meditar tu Palabra, haciendo de ella la luz de mi vida, con la ayuda del Espíritu Santo.

Amén.


Shalom!

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