PRIMERA
LECTURA
El que ha
nacido de Dios no puede pecar.
De la
Primera carta de san Juan 3, 7-10
Hijos míos: No dejen que nadie los engañe.
Quien practica la santidad es santo, como Cristo es santo. Quien vive pecando,
se deja dominar por el diablo, ya que el diablo es pecador desde el principio.
Pues bien, para eso se encarnó el Hijo de
Dios: para deshacer las obras del diablo. Ninguno que sea hijo de Dios sigue
cometiendo pecados, porque el germen de vida que Dios le dio permanece en Él.
No puede pecar, porque ha nacido de Dios.
En esto se distinguen los hijos de Dios de
los hijos del diablo: todo aquel que no practica la santidad, no es de Dios;
tampoco es de Dios el que no ama a su hermano.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
DEL DÍA
Hemos
encontrado al Mesías.
Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con
dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es
el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a
Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué
buscan?”. Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?”. (Rabí significa
“maestro”). Él les dijo: “Vengan a ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se
quedaron con Él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron
a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo:
“Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir “el ungido”). Lo llevó a donde
estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de
Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir, “roca”).
Palabra
del Señor.
“HEMOS
ENCONTRADO AL MESÍAS”
Es
impensable que un creyente, por más fiel que sea, esté libre de pecado –sino
que lo diga la experiencia de cada uno–. Debemos estar seguros, eso sí, de que
el Hijo de Dios, con su sacrificio, ha superado la historia del pecado y ha
abierto el tiempo de la gracia. Y nosotros, los cristianos (por el bautismo),
estamos inmersos en ese tiempo y tenemos la seguridad de que si optamos por
luchar contra el pecado, Dios estará de nuestro lado y será siempre el motor de
nuestra conversión. Por esta hermosa iniciativa de la gracia de Dios los creyentes
somos impecables, y nuestra vocación, al estar revestida del amor gratuito de
Dios, es obrar la justicia, de ahí nuestra santidad.
Esa santidad que se conquista día a día
trabajando por el Reino, por el Evangelio, por la salvación. Esa santidad que
se alcanza, sobre todo, por escuchar la voz del Maestro (Rabí) y aceptar su
invitación: “Vengan a ver”. Los discípulos descubren en el “desconocido” al
Mesías y emprenden el “camino” de la fe con la esperanza de entrar en comunión
con Él y “permanecer” para siempre a su lado. “Fueron y vieron dónde vivía, y
se quedaron con Él”. Experiencia de fe: ir y ver, permanecer y entrar en
comunión con Él. Y los llamados, a su vez, deben extender a otros la llamada al
seguimiento con la salvadora certeza de que han encontrado lo que “buscan”, al
Mesías, al que cambiará sus vidas para siempre. ¿Estamos convencidos de que
Jesús es nuestro salvador?
Es evidente que somos pecadores, pero
¿asumimos la gracia del perdón constante que nos ofrece Dios en el sacramento
de la reconciliación?
Oración: Señor Jesús, quiero responder a tu llamado
y cumplir tu voluntad. Permite que mi testimonio de vida sea un puente para que
otros te sepan buscar y encontrar.
Amén.
Shalom!
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