PRIMERA
LECTURA
Lectura
del segundo libro de Samuel. 2Sam 12, 1-7a. 10-15a
El
Señor envió al profeta Natán ante el rey David. Él se presentó y le dijo:
“Había
dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía una
enorme cantidad de ovejas y de bueyes. El pobre no tenía nada, fuera de una
sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella crecía junto a él
y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su regazo. ¡Era
para él como una hija! Pero llegó un viajero a la casa del hombre rico, y este
no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para agasajar al huésped que
había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre pobre, y se la preparó al
que le había llegado de visita”.
David se enfureció contra aquel hombre y dijo
a Natán:
“¡Por
la vida del Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro
veces el valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión”.
Entonces Natán dijo a David:
“¡Ese
hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: la espada nunca más se
apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la
mujer de Urías, el hitita. Así habla el Señor: Yo haré surgir de tu misma casa
la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las
daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. Porque tú has obrado
ocultamente, pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol”.
David
dijo a Natán: “¡He pecado contra el Señor!”.
Natán
le respondió: “El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás. No
obstante, porque con esto has ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha
nacido morirá sin remedio”. Y Natán se fue a su casa.
Palabra
de Dios.
Comentario
El
relato ubica a David como asesino por haber mandado matar a Urías. Pero Dios es
misericordioso, y esta intervención de Natán logra que el rey reconozca su
pecado y se arrepienta, porque siempre hay espacio para el perdón cuando hay un
corazón arrepentido.
Sal 50,
12-17
R. ¡Dios mío, crea en mí un corazón puro!
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de
mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo
espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso
me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti.
R.
¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará
tu justicia! Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
Evangelio
del Día
Evangelio
según san Marcos. Mc 4, 35-41
Un
día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”.
Ellos,
dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras
barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas
entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa
durmiendo sobre el cabezal.
Lo
despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”.
Despertándose,
él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”.
El
viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después
les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”.
Entonces
quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el
viento y el mar le obedecen?”.
Palabra
del Señor.
Comentario
El
poder de Jesús es más fuerte que una tormenta amenazadora. ¿Podemos sentirnos
abandonados, solos, indefensos, cuando sabemos que Jesús es más fuerte que todo
lo que pueda dañarnos?
Shalom!
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