domingo, 3 de diciembre de 2017

El Evangelio del Día

PRIMERA LECTURA

Ojalá, Señor, rasgaras los cielos y bajaras.

Del libro de Isaías 63, 16b-17.19b; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro Padre y nuestro Redentor; ése es tu nombre desde siempre. ¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia. Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia.
Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti, hiciera tales cosas en favor de los que esperan en Él. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos.
Estabas airado porque nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso; todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento.
Nadie invocaba tu nombre nadie se levantaba para refugiarse en ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas.
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos.

Palabra de Dios.


El Evangelio del Día

Velen, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa.

Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.

Palabra del Señor.

¡VEN, SEÑOR JESÚS!

Este tiempo nos ayuda y nos dispone para profundizar nuestro encuentro con el Señor Jesús en la oración intensa y en la escucha atenta de su Palabra y su paso entre nosotros.

 Un pueblo que vive sin Dios, buscando simplemente subsistir, no tiene futuro, porque no tiene esperanza. El profeta, puesto en lugar de los sencillos y de las almas anhelantes, nos ofrece un credo majestuoso sobre quién es Dios: nuestro Padre y nuestro redentor. ¡Qué anhelo tan fuerte se siente! Quiere que el cielo se rasgue y baje Dios en persona. Y ya percibe el profeta que está sucediendo. Efectivamente Dios no se ha quedado en su cielo, sino que ha bajado para ser uno de nosotros y enseñarnos a practicar la justicia y la solidaridad en su amado Hijo, nuestro Señor Jesús, quien, después de su paso por la tierra haciendo el bien, volvió al seno del Padre a preparar su “retorno” glorioso y definitivo (parusía), que Pablo lo llama “día de nuestro Señor” o manifestación de la acción salvadora de Dios sobre este mundo y sobre la historia. Y para ese día hay que estar bien preparados desde la praxis de una vida llena de sentido.
En la historia de la humanidad siempre se repiten momentos de crisis, situaciones imposibles de dominar desde el punto de vista social, político o científico. Y la interpretación religiosa de esos acontecimientos se presta a muchos matices y a veces a falsas promesas que generan temor y desconcierto. Por eso Jesús nos pide “vigilancia”. ¿Qué significa esto? Que vivamos en la luz de la Palabra de Dios que habla en todo momento de misericordia y salvación. Vigilar es tan importante como saber vivir con dignidad y con esperanza, anhelando el regreso del “dueño de la casa” que viene a poner orden y dar sentido a la vida, no con caos y destrucción sino con armonía y paz.

El Reino de Dios vendrá como un ladrón en la noche, ¿nos mantenemos atentos para responder a su llegada?

Oración: Concédenos, Padre bueno, que libres del orgullo, de la arrogancia y la vanagloria, te acojamos por siempre en nuestra vida.

Amén.

Shalom!


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