Jueves
14 de Marzo del 2019
“
Buscad y encontraréis ”
Primera lectura
Lectura del libro de Ester 14,1.3-5.12-14:
En aquellos días,
la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al
Señor, Dios de Israel: «Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola
y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro.
Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a
Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para
ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende,
Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación y dame valor, Señor, rey de los
dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga
que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que
perezca con todos sus cómplices. A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que
no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor
Te doy gracias,
Señor, de todo corazón;
delante de los
ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia
tu santuario. R/.
Daré gracias a tu
nombre,
por tu misericordia
y tu lealtad;
cuando te invoqué,
me escuchaste,
acreciste el valor
en mi alma. R/.
Tu derecha me
salva.
El Señor completará
sus favores conmigo:
Señor, tu
misericordia es eterna,
no abandones la
obra de tus manos. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo
7,7-12
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad
y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama
se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una
piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que
sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre
del cielo dará cosas buenas a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás
como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy
Queridos amigos.
Rezamos hoy en la
primera oración : “Que vivamos siempre según tu voluntad los que sin ti no
podemos ni siquiera existir”.
La reina Ester hace
esta confesión “Yo he escuchado en los libros de mis antepasados que tú libras
siempre a los que cumplen tu voluntad”. Esta es la fe del Pueblo de Dios de la
Antigua Alianza trasmitida de generación en generación. Y Jesús dice hoy a sus
discípulos: “pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”.
Un padre cuando un hijo le pide algo siempre lo escucha y Dios “mucho más” a
los que le pidan cosas buenas.
Seguramente también
nosotros hemos experimentado en nuestra vida el poder de la oración hecha con
confianza, y hemos contemplado las maravillas de Dios. Y podremos exclamar con
la reina Ester: “Bendito seas Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob…”,
es decir reconocer hoy también que somos grandemente bendecidos, e incluso
afirmar que toda nuestra vida es una “bendición”, y repetir con el Salmista:
“Te doy gracias, Señor, de todo corazón porque escuchaste las palabras de mi
boca”.
La oración para el
cristiano es como el aire que respiramos: sin aire nos morimos, sin la oración
estamos vacíos y somos como el cardo en la estepa. Pero atención: antes de saber cómo hay que orar, importa mucho más
saber cómo “no cansarse nunca”, no desanimarse nunca, ni deponer las armas ante
el silencio aparente de Dios. Así lo dice Jesús: “todo lo que pidáis con fe lo
obtendréis”.
“Un joven discípulo
se acerca a su maestro y le pregunta: -Maestro, yo quiero encontrar a Dios”. El
Maestro le contesta: - Vuelve mañana. Cada día el muchacho hacía la misma
petición: -”Maestro, yo quiero encontrar a Dios”.
Entonces el Maestro
le invitó a ir con él al río. Entraron en el agua. Hacía mucho calor. -“Mete tu
cabeza en el agua”, le ordenó el Maestro. El obedeció y cuando estaba sumergido
el Maestro le agarró fuertemente y le mantuvo sumergido. Comenzó el joven a
agitarse y forcejear desesperado.
-“¿Qué te pasaba
cuando estabas debajo del agua? ¿Qué es lo que más necesitabas? -Aire, contestó
él. -Querido amigo, cuando desees a Dios de la misma manera, lo encontrarás.
Siguió diciendo el
Maestro: -Si no tienes una sed ardiente de Dios, como lo único importante en la
vida, de nada te servirán tus libros ni mis enseñanzas”.
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