lunes, 21 de mayo de 2018

EVANGELIO DEL DÍA



"Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta".



PRIMERA LECTURA

Si tienen el corazón amargado por rivalidades, dejen de presumir.

De la carta del apóstol Santiago: 3, 13-18


Hermanos míos: ¿Hay alguno entre ustedes con sabiduría y experiencia? Si es así, que lo demuestre con su buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero si ustedes tienen el corazón amargado por envidias y rivalidades, dejen de presumir y engañar a costa de la verdad.

Ésa no es la sabiduría que viene de lo alto; ésa es terrenal, irracional, diabólica; pues donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas.

Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 18

R/. "Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón"


La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo. R/.

En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino. R/.

La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R/.

Que te sean gratas las palabras de mi boca y los anhelos de mi corazón. Haz, Señor, que siempre te busque, pues eres mi refugio y salvación. R/.


ACLAMACIÓN   Cfr. 2 Tim 1, 10







R/. Aleluya, aleluya.

Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.

Creo, Señor, pero dame tú la fe que me falta.

EVANGELIO DEL DÍA

Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 14-29


En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde estaban sus discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo.

Él les preguntó: "¿De qué están discutiendo?" De entre la gente, uno le contestó: "Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido".

Jesús les contestó: "¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho". Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar espumarajos. Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?" Contestó el padre: "Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos".

Jesús le replicó: "¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene fe". Entonces el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: "Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta". Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él". Entre gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó como muerto, de modo que la mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso de pie.

Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?" Él les respondió: "Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno".

Palabra del Señor. 



Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

“¡Gente incrédula!”

Parece que a los discípulos les pasa lo que dice la primera lectura: que carecen de la “sabiduría que viene de Dios” que produce “buenos frutos” y por eso no pueden liberar al muchacho del espíritu maligno. ¿Qué les falta? Santiago dice que cuando el corazón está “amargado por envidias y rivalidades” difícilmente se podrá hacer obras buenas a favor de los demás. ¿Será eso? Gracias a Dios, Jesús “baja de la montaña” y se hace cargo de la situación. Luego de oír la explicación, el Señor se propone curarlo. Pero antes, a manera de exhortación, aclara al padre del muchacho –y por medio de él a todo creyente– que “todo es posible para el que tiene fe”. Un milagro se da si tenemos fe. Somos nosotros los que debemos cambiar, los que debemos creer: “…dame tú la fe que me falta”. Sólo entonces podremos alcanzar lo que pedimos, lo que nos proponemos.
Sin embargo, hace falta algo más, es preciso implorar la intervención divina: “…ten compasión de nosotros y ayúdanos”. No basta, pues, sólo creer, tener fe, es preciso orar, ponernos en las manos de Dios Padre, suplicar que se haga su voluntad. Ya que es su intervención la que hace posible la expulsión de los demonios de nuestra vida, de nuestra comunidad. La oración produce actitudes de paz, comprensión, docilidad, misericordia, sinceridad, justicia… en quien la realiza. Orar es hablar con Dios. Fe y oración –que fue lo que les faltó a los discípulos (“¡gente incrédula!”)– deben acompañarnos siempre.
¿Qué clase de demonios atormentan mi vida? ¿Oro con fe y perseverancia?

Oración: Señor, danos fe, como un grano de mostaza, para poder hacer tu voluntad y llevar tu Palabra a todos nuestros hermanos. 
Amén.

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