miércoles, 31 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DÍA



PRIMERA LECTURA

2 Samuel 24, 2. 9-17

En aquellos días, el rey David dio a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él, esta orden: "Recorran todas las tribus de Israel, desde la ciudad de Dan hasta la de Bersebá, para hacer el censo de la población, a fin de que pueda yo saber cuánta gente tengo". Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para la guerra, y en Judá quinientos mil. Pero a David le remordió la conciencia por haber mandado hacer el censo y dijo al Señor: "He pecado gravemente; pero tú, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque he cometido una gran locura". Aquella misma noche el Señor le habló al profeta Gad, consejero de David, y le dijo: "Ve a ver a David y dile que yo, el Señor, le mando decir esto: ‘Te propongo tres castigos. Escoge uno y yo lo realizaré’". Por la mañana, Gad se presentó ante David y le preguntó: "¿Qué castigo prefieres; tres años de hambre en tu territorio; tres meses de huir, perseguido por tus enemigos; o tres días de peste en tus dominios? Piénsalo y dímelo, para que pueda yo contestarle al Señor, que me ha enviado". David le respondió: "Estoy en gran apuro. Pero prefiero caer en manos de Dios, que es el Señor de la misericordia, que en manos de los hombres". Y escogió la peste. Era la época de la cosecha del trigo, cuando el Señor envió la peste sobre Israel, desde aquella misma mañana hasta el tiempo señalado. Desde Dan hasta Bersebá murieron setenta mil hombres. Pero, cuando el ángel del Señor había extendido ya su mano hacia Jerusalén, para desatar ahí la peste, el Señor tuvo compasión y le dijo: "¡Basta ya! Retira tu mano". En ese momento, el ángel se hallaba cerca de Jerusalén, en los campos de Arauná, el yebuseo. Entonces el rey David, angustiado por el exterminio, oró así: "Soy yo, Señor, el que ha pecado; soy yo, el pastor, quien ha obrado mal. ¿Qué culpa tienen ellos, que son las ovejas? Castígame, pues, a mí y a los míos".

Palabra de Dios

Meditación

Si consideramos este pasaje fuera de la perspectiva del autor sagrado podemos malinterpretar su intención. Puede parecernos desproporcionado que Dios castigue a David sólo por haber hecho un censo para conocer la cantidad de personas que tenía su reino. En primer lugar, es importante tomar en cuenta que los censos de población realizados en la antigüedad no tenían como finalidad conocer la cantidad de personas de una población, sino saber con cuántos hombres se contaba para la guerra. Esto supone que a mayor cantidad de hombres aptos para la guerra, mayores posibilidades de salir vencedor en alguna eventual batalla. Por tanto, el pecado de David consiste en olvidar que su victoria, sus triunfos, su gloria han sido siempre un don de Dios.
Para ello basta recordar su triunfo contra Goliat con una honda y cinco piedras, o las posibilidades que tuvo de salir triunfante contra los filisteos, contra Saúl, contra Absalón y contra todos aquellos que le declararon alguna vez la guerra. No fueron nunca ni sus capacidades, ni sus armas, ni su poderío lo que le consiguió ser rey de Israel y Judá, sino el amor que Dios le tenía y su predilección por él. David se da cuenta de su arrogancia y se reconoce culpable de ello, por eso Dios le impone un castigo, pero, la misericordia de Dios siempre será mayor, más abundante y más fuerte que toda falta o pecado, por eso David prefiere caer en sus manos que en las de los hombres y, para compensar su fe, Dios le perdona su pecado y evita la peste en Jerusalén, no sólo la ciudad del rey, sino la capital que tenía más habitantes que cualquier otra ciudad.
Ese será siempre el anuncio de Jesús: nadie hay más amoroso, tierno, compasivo y misericordioso que el Dios a quien él llama Abbá.

Oración

Señor Dios, tú que eres clemente, rico en misericordia y lento para enojarte y pronto para perdonar, ayúdame a conocer mi interior y arrepentirme de los pecados que he cometido, para que vuelto a ti sinceramente, te alabe con espíritu agradecido y corazón generoso para con los hermanos que me lastiman.

Compromiso

El día de hoy, seré imagen de mi Padre y perdonaré de todo corazón a aquél que me haya hecho daño o lastimado.

EVANGELIO DEL DIA

Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?" Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: "Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Palabra del Señor

Reflexión

Jesús nos enseña en este pasaje lo difícil que puede ser nuestro trabajo de evangelización entre los nuestros, en nuestra casa, en nuestro centro de trabajo, incluso en nuestros barrios.

Cuánta gente se admira de nuestro cambio de vida, de nuestra alegría, de una manera diferente de ser y de pensar y, sin embargo, permanecen en su falta de fe. Esto, lejos de desanimarnos, debe alentarnos pues es y será finalmente el Espíritu Santo quien hará la obra. A pesar de la incredulidad de la gente Jesús continuaba con su misión: Enseñar el camino del Reino.

Si te sientes desanimado porque tu trabajo apostólico en tu casa o con los tuyos no ha tenido el resultado que esperabas, no te desanimes, la obra no es tuya sino del Espíritu. Tarde o temprano verán en tu estilo de vida una invitación a vivir en el Reino. La palabra de Dios dice: "Cree tú y creerá tu casa".

Shalom!

martes, 30 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DÍA



Primera lectura

2 Samuel 18, 9-10. 14. 24-25. 30-19, 3

En aquellos días, después de haber sido derrotado por los hombres de David, Absalón, su hijo, se dio a la fuga. Iba montado en una mula, y al meterse la mula bajo las ramas de una frondosa encina, a Absalón se le atoró la cabeza entre las ramas y se quedó colgado en el aire y la mula siguió corriendo.

Uno de los soldados lo vio y le fue a avisar a Joab: "Acabo de ver a Absalón colgando de una encina". Joab se acercó a donde estaba Absalón, tomó tres flechas en la mano y se las clavó en el corazón.

Mientras tanto, David estaba en Jerusalén, sentado a la puerta de la ciudad. El centinela, instalado en el mirador que está encima de la puerta de la muralla, levantó la vista y vio que un hombre venía corriendo solo. Le gritó al rey para avisarle. El rey le contestó: "Si viene solo, es señal de que trae buenas noticias. Déjalo pasar. Tú, quédate ahí". El centinela lo dejó pasar y permaneció en su puesto.

El hombre que venía corriendo, que era un etíope, llegó a donde estaba David y le dijo: "Le traigo buenas noticias a mi señor, el rey. Dios te ha hecho justicia hoy, librándote de los que se habían rebelado contra ti". El rey le preguntó: "Pero, mi hijo Absalón, ¿está bien?" Respondió el etíope: "Que acaben como él todos tus enemigos y todos los que se rebelen contra mi señor, el rey".

Entonces el rey se estremeció. Subió al mirador que está encima de la puerta de la ciudad y rompió a llorar, diciendo: "Hijo mío, Absalón; hijo, hijo mío, Absalón. Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar, Absalón, hijo mío". Le avisaron entonces a Joab que el rey estaba inconsolable por la muerte de Absalón. Por eso, aquella victoria se convirtió en día de duelo para todo el ejército, cuando se enteraron de que el rey estaba inconsolable por la muerte de su hijo. Por ello, las tropas entraron a la ciudad furtivamente, como entra avergonzado un ejército que ha huido de la batalla.

Meditación

El hombre que ha hecho de Dios su principio y fortaleza, no se alegra de la muerte de sus enemigos, pues el amor de Dios lo posee y lo lleva a considerar las cosas desde un plano superior.

David, al saber de la muerte de su hijo, quien le buscaba para matarlo y apoderarse así del trono, se entristece y, es tanto el amor que le tiene, que preferiría haber muerto en lugar de él.

En una sociedad que nos instruye sobre la venganza, y en medio de una gran deshumanización, este pasaje nos invita a volver nuestros ojos al amor y al perdón. En nuestra vida, habrá siempre alguien que no esté de acuerdo con nuestras ideas e incluso, con nuestra misma vida; tampoco faltará la ocasión para que esto lo lleve a buscar causarnos un mal.

Es precisamente ahí, en donde se muestra con toda claridad nuestro ser cristiano. No dejemos nunca que el rencor o la opresión de los demás nos nublen nuestro corazón con el sentimiento de venganza. Demos rienda suelta al amor y pidamos con todo nuestro corazón que emerjan de nosotros los sentimientos de perdón y de reconciliación.

Oración

Señor Jesús, que nos has mostrado el camino a la reconciliación y al perdón a cuantos nos han herido o lastimado, ayúdanos a saber amar a los que nos odian y orar por quienes nos persiguen, para que así seamos hijos de nuestro Padre que está en el cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Compromiso

El día de hoy dedicaré unos minutos para pedir en oración por aquellos que me desean o me han hecho algún mal.

Evangelio del Día

Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de sus hemorragias y sintió en su cuerpo que estaba curada.

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?" Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: «¿Quién me ha tocado?»" Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad".

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que tengas fe". No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: "¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida". Y se reían de él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "¡Talitá, kum!", que significa: "¡Óyeme, niña, levántate!" La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.

Reflexión

Dos excelentes pasajes unidos en un solo relato en donde podemos ver la importancia de la fe. El elemento que hace posible la acción de Dios, incluso de manera extraordinaria, es la fe. Pero tiene que ser una fe como la que nos muestra el evangelio de hoy.

Una fe que desafía todo y se lanza a tocar a Jesús; o en el caso de los padres de la niña, quienes, no obstante la evidencia de la muerte de la niña, dejan que Jesús haga las cosas a su manera. Creer significa confiar aun ante la evidencia contraria; creer significa tomar los riesgos de ser criticados, creer es actuar, diría el apóstol Santiago. Muchas veces nuestra fe queda sólo a nivel de razón y no de actuación.

La verdadera fe es notoria pues expresa, sin lugar a dudas, la confianza y el abandono total en Dios. ¿Cómo es tu fe? ¿Es una fe intelectual o es una fe que ante la evidencia contraria continua diciendo: No entiendo Señor, pero creo que tú me amas y que harás lo que sea mejor para mí y para los míos?


Shalom!

lunes, 29 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DÍA



Primera lectura

2 Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13

En aquellos días, llegó un hombre a avisar a David: "Todos los israelitas se han puesto de parte de Absalón". Entonces David les dijo a sus servidores que estaban con él en Jerusalén: "Huyamos pronto, porque si llega Absalón no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, pues si se nos adelanta y nos alcanza, nos matará y pasará a cuchillo a todos los habitantes de la ciudad".

Al subir por el monte de los Olivos, David iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todos sus acompañantes iban también con la cabeza cubierta y llorando.

Cuando llegaron a Bajurim, un hombre de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá, les salió al encuentro y se puso a seguirlos. Los iba maldiciendo y arrojaba piedras a David y a todos sus hombres. El pueblo y los soldados se agruparon en torno a David. Semeí le gritaba: "Fuera de aquí, asesino malvado. El Señor te está castigando por toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el trono a tu hijo Absalón y tú has caído en desgracia, porque eres un asesino".

Abisay, hijo de Sarvia, le dijo entonces a David: "¿Por qué se ha de poner a maldecir a mi señor ese perro muerto? Déjame ir a donde está y le corto la cabeza". Pero el rey le contestó: "¿Qué le vamos a hacer? Déjalo; pues si el Señor le ha mandado que me maldiga, ¿quién se atreverá a pedirle cuentas?".

Enseguida, David dijo a Abisay y a todos sus servidores: "Si mi propio hijo quiere matarme, ¿con cuanta mayor razón este hombre de la familia de Saúl? Déjenlo que me maldiga, pues se lo ha ordenado el Señor. Tal vez el Señor se apiade de mi aflicción y las maldiciones de hoy me las convierta en bendiciones". Y David y sus hombres prosiguieron su camino.

Meditación

Una de las cosas fundamentales en nuestra vida espiritual es saber reconocer lo que Jesús llamó "los signos de los tiempos", es decir, todas las señales que Dios nos va dando para conducir nuestra vida de acuerdo a su voluntad.

En este pasaje, vemos a David que, pudiendo obrar de acuerdo a sus pasiones y las instigaciones de sus compañeros, descubre en todo lo que le está sucediendo, un proyecto de Dios que lo llevará a crecer en la humildad y en la confianza en su Señor.

Es, pues, importante saber descubrir, aun en los acontecimientos que no son totalmente de nuestro agrado, en los momentos de humillación y de dolor, lo mismo que en los de gozo y alegría, las señales que Dios nos va dando para caminar hacia él y siempre bajo su amorosa mirada.

Oración

Señor Dios, tú que actúas con benevolencia para con nosotros a cada momento de nuestras vidas, haz que descubramos esa presencia amorosa en nuestro diario vivir y ayúdanos a bendecirte por todos los bienes que nos das y a descubrir tu amor y cercanía en los momentos de dolor y soledad, para que siempre seamos conscientes de que nunca nos abandonas y por ello seamos agradecidos.

Compromiso

Hoy reflexionaré para descubrir cómo cada uno de mis días es una bendición de Dios, aun y cuando haya dificultades o problemas.

Evangelio del Día

Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.

Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes".

Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: "¿Cómo te llamas?" Le respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos". Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: "Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo". Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.

Palabra del Señor

Reflexión

Esta historia del Evangelio nos parecería estar lejana a nuestra realidad, sin embargo, la verdad es que se repite frecuentemente hoy en nuestra sociedad dominada por el materialismo. Jesús sana y libera a un hombre, a un ser humano que sufría a causa de unos demonios. Al hacerlo, los demonios destruyen toda una piara de cerdos. Los habitantes, en lugar de agradecer el haber liberado y sanado al pobre hombre que sufría, se preocupan más por la pérdida material de una piara de cerdos. ¿Vale más la piara de cerdos que la salud y bienestar de un ser humano? Como consecuencia, la comunidad rechaza a Jesús.

Como vemos, la historia se repite una y otra vez. Hoy es más importante la cantidad de producción y la eficiencia, que la vida familiar, social y económica de los trabajadores; son más importantes nuestras pertenencias, que el bien social de la comunidad; es más importante el trabajo y el bienestar económico, que la vida familiar y la atención a los hijos. Preferimos lo material a lo espiritual. Y cuando Jesús, a través de la Escritura o de la Iglesia, nos advierte de esto, o busca ayudarnos a liberarnos de estas esclavitudes, la respuesta es: ¿Qué tiene la Iglesia (o el mismo Jesús) que decirme sobre qué es más importante? ¿Qué tiene que hacer en mis negocios, en mi medio social, en mi vida?

No dejemos que nos domine lo material. Dios nos ha regalado todas las cosas materiales, las cuales son buenas y son para nuestro bienestar, pero jamás deberán estar por encima de los valores, como son: la vida humana, la vida familiar y la protección del medio ambiente. Nada vale una piara de cerdos comparada con la alegría que produce el ver a un hermano sano y feliz.


Shalom!

domingo, 28 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DÍA

PRIMERA LECTURA

1ª Lectura 
  
Lectura del libro del Deuteronomio. Deut 18, 15-20

Moisés dijo al pueblo: El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán. Esto es precisamente lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea, cuando dijiste: “No quiero seguir escuchando la voz del Señor, mi Dios, ni miraré más este gran fuego, porque de lo contrario moriré”. Entonces el Señor me dijo: “Lo que acaban de decir está muy bien. Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene. Al que no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuenta. Y si un profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá”.

Palabra de Dios.

Comentario

¿Quién será ese “misterioso” profeta que Dios promete a Moisés? Dos posibles respuestas, entre tantas: Jesús, por supuesto, es la primera respuesta que emerge de nuestra fe. ¿Puede haber algo más? Quizá sí. Quizá, si lo aceptamos, cada uno de nosotros pueda ser también ese profeta prometido, en quien Dios pone sus palabras para hablar a su pueblo.


Sal 94, 1-2. 6-9

R. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, Y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.

2ª Lectura   
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 1Cor 7, 32-35

Hermanos: Yo quiero que ustedes vivan sin inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor.

Palabra de Dios.

Comentario

No podemos leer estas líneas fuera de contexto. Si bien aquí san Pablo considera que el mejor estado es la soltería, hay que mirar todo el capítulo para entender que el estado de vida es una opción, y que es circunstancial, porque de todos modos se puede encontrar a Dios y responder fielmente a la misión que él nos encomienda. Por eso, siempre que la opción que se haga no intervenga con el objetivo del servicio a la comunidad, la vida de pareja nunca quedará fuera, como tampoco el entregarse totalmente en cuerpo y alma a Dios para el mismo fin.

Evangelio del Día
   
Evangelio según san Marcos. Mc 1, 21-28

Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!”. Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

Palabra del Señor.

Comentario

La autoridad de Jesús sorprende porque no proviene de un título de estudios, como tampoco de un cargo delegado por una organización religiosa. Proviene de su comunión con el Padre y de su entrega total. Su vida misma es ya un testimonio de autoridad.


Shalom!

sábado, 27 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DIA



PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de Samuel. 2Sam 12, 1-7a. 10-15a

El Señor envió al profeta Natán ante el rey David. Él se presentó y le dijo:

“Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. El pobre no tenía nada, fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su regazo. ¡Era para él como una hija! Pero llegó un viajero a la casa del hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita”.

 David se enfureció contra aquel hombre y dijo a Natán:

“¡Por la vida del Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro veces el valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión”.

 Entonces Natán dijo a David:

“¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita. Así habla el Señor: Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. Porque tú has obrado ocultamente, pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol”.

David dijo a Natán: “¡He pecado contra el Señor!”.

Natán le respondió: “El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás. No obstante, porque con esto has ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio”. Y Natán se fue a su casa.

Palabra de Dios.

Comentario

El relato ubica a David como asesino por haber mandado matar a Urías. Pero Dios es misericordioso, y esta intervención de Natán logra que el rey reconozca su pecado y se arrepienta, porque siempre hay espacio para el perdón cuando hay un corazón arrepentido.


Sal 50, 12-17

R. ¡Dios mío, crea en mí un corazón puro!
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. R.

¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia! Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. R.

Evangelio del Día

Evangelio según san Marcos. Mc 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”.

Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”.

Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”.

El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”.

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

Palabra del Señor.

Comentario

El poder de Jesús es más fuerte que una tormenta amenazadora. ¿Podemos sentirnos abandonados, solos, indefensos, cuando sabemos que Jesús es más fuerte que todo lo que pueda dañarnos?


Shalom!


viernes, 26 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DÍA



PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de Samuel 11, 1-4. 5-10. 13-17. 27

Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén.
Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: “¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!”.
Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: “Estoy embarazada”.
Entonces David mandó decir a Joab: “Envíame a Urías, el hitita”. Joab se lo envió, y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego David dijo a Urías: “Baja a tu casa y lávate los pies”. Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa.
 Informaron a David que Urías no había bajado a su casa. Al día siguiente, David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.
 A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. En esa carta, había escrito lo siguiente: “Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera”. Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita.
Pero lo que había hecho David desagradó al Señor.

Palabra de Dios.

Comentario

“David empezó una serie de pecados a partir de acceder a un deseo desordenado. Primero cometió adulterio; después mintió y finalmente mandó matar a alguien inocente. ¡Es tan fácil caer en un pecado y para cubrir un error, cometer otros más graves! Las tentaciones son deseos muy atractivos que tienden a separarnos del cumplimiento de la voluntad de Dios, pero si las vencemos fortalecen nuestras convicciones y valores. Solo si caemos en ellas se convierten en pecado”

Sal 50, 3-7. 10-11

R. ¡Ten piedad, Señor, porque hemos pecado!
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.

Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. R.

Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable; yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre. R.

Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados. Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas. R.

Evangelio del Día  
  
Evangelio  según san Marcos. Mc 4, 26-34

Jesús decía a sus discípulos: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
 La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”.
También decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”.
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

Palabra del Señor.

Comentario

Estas parábolas nos enseñan a no estar ansiosos o dependientes de los supuestos éxitos o de inmediatas respuestas a nuestros esfuerzos. El Reino crece, lentamente, ocultamente, y cuando menos lo esperamos vemos sus frutos.

Shalom!

jueves, 25 de enero de 2018

EVANGELIO DEL DIA


Primera Lectura

Hechos 22, 3-16

En aquellos días, Pablo dijo al pueblo: "Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié aquí, en Jerusalén; fui alumno de Gamaliel y aprendí a observar en todo su rigor la ley de nuestros padres y estaba tan lleno de fervor religioso, como lo están ustedes ahora.

Perseguí a muerte a la religión cristiana, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco y me dirigí hacia allá en busca de creyentes para traerlos presos a Jerusalén y castigarlos.

Pero en el camino, cerca ya de Damasco, a eso del mediodía, de repente me envolvió una gran luz venida del cielo; caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo le respondí: "Señor, ¿quién eres tú?" El me contestó: "Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues". Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Entonces yo le dije: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate y vete a Damasco; allá te dirán todo lo que tienes que hacer". Como yo no podía ver, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco.

Allí, un hombre llamado Ananías, varón piadoso y observante de la ley, muy respetado por todos los judíos que vivían en Damasco, fue a verme, se me acercó y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista". Inmediatamente recobré la vista y pude verlo. El me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y escucharas sus palabras, porque deberás atestiguar ante todos los hombres lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y queda limpio de tus pecados".

Palabra del Señor

Meditación

Es común escuchar: yo no soy malo, no robo, respeto a mis hermanos, voy a la iglesia los domingos, etc. Sin embargo, esto no es suficiente, pues hemos sido llamados no a ser buenos, sino a ser SANTOS. Y la santidad está fundada no en nuestras buenas obras, sino en el encuentro transformante con Dios.

Pablo, como él mismo lo ha dicho en su testimonio, era un hombre bueno, observante de la ley, sin embargo, hasta que en Damasco se encontró PERSONALEMENTE con el Señor, sólo hasta entonces, su vida se transformó RADICALMENTE. Por eso, es necesario que todos y cada uno de nosotros, tenga en su vida un "Damasco", es decir, un momento en nuestra vida que sirve como parteaguas, desde donde podemos decir: antes yo era del mundo, pero ahora pertenezco a Cristo.

Es fácil saber si se ha tenido este encuentro, pues de ordinario tiene fecha y se pude decir 'antes de' y 'después de'. Si aún no has tenido este encuentro transformante con Jesús, pídele al Espíritu Santo llegar a tenerlo, pues sólo Él te lo puede conceder. Sólo después de "Damasco" la vida es verdaderamente vida.

Oración

Señor Jesús, que invitas a todo hombre y mujer a seguirte para poder gozar de tu presencia y amor eternamente, haz que veamos con claridad que esa invitación es también un llamado a llevar una vida semejante a la tuya en el servicio a los demás y en la fidelidad a Dios para que así, podamos merecer esa vida que has ganado para nosotros en tu cruz.

Compromiso

Trabajaré de tal modo, que sea consciente que cada acción que realizo me acerca a la vida eterna que Jesús me da.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.

Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos".

Reflexión

La Conversión de Pablo, nos recuerda el gran mandamiento de Jesús de evangelizar, pero al mismo tiempo, el hecho de que no se puede dar lo que no se tiene.

Si hoy en el mundo se vive un paganismo práctico, que lleva a la violencia, al robo, al atropello de los valores humanos, a la corrupción, es porque falta en muchos de los cristianos una conversión profunda. Sin embargo, usando las palabras del apóstol, nos ponemos a pensar: pero, ¿cómo creerán, si no hay quien les anuncie? Y cuando se les anuncia, ¿cómo creerán si la vida de los que predican no es conforme a lo que predican?

Un solo hombre comprometido y tocado profundamente por el amor de Dios, recorrió todo el mundo conocido, hablando de Aquél que había cambiado su vida. Fue así como el mundo pagano se convirtió a la luz y al amor de Cristo.

Déjate tocar por el amor de Dios, y responde con generosidad, siendo portador de ese amor en tu casa, tu empresa, o tu escuela. Recuerda que Dios te necesita.


Shalom!